viernes, 31 de julio de 2009

La crisis de Honduras: duelo de Egos


La crisis de Honduras ya lleva 60 días. Pero va a acabar. Por las malas o por las buenas. Es decir, como siempre, a balazos, o como nunca, por el éxito de las negociaciones.

En todo caso, para todos nosotros, la crisis de Honduras es un escenario vivo donde observar la conexión que existe entre política y espiritualidad.

La política

Digamos que la política es la actividad humana mediante la cual se toma de decisiones en las organizaciones de gobierno. O simplemente, la manera de alcanzar objetivos o, más precisamente, la manera cómo las personas (gobernantes y líderes de la oposición) alcanzan objetivos. Y se entiende que éstas, las personas que gobiernan, deciden cursos de acción para -tal como por ejemplo lo reza el preámbulo de la propia Constitución hondureña- propiciar:

“… las condiciones para la plena realización del hombre, como persona humana, dentro de la justicia, la libertad, la seguridad, la estabilidad, el pluralismo, la paz, la democracia representativa y el bien común”

Es decir, para que los pueblos sean felices. Al menos yo, y aun cuando la felicidad depende en última instancia de uno mismo, si viviera en un país en donde se privilegia realmente estos principios, sería más fácil para muchos ser feliz.

Lo central, en todo caso, es que la política es una manera de hacer las cosas, que está a cargo de las personas y que lo realmente importantes es que los gobernados tengan una vida feliz.

Espiritualidad y religión

Espiritualidad no es religión. Ser espiritual para mí es estar en identificado con el Ser interior y no con la mente, con esa energía o soplo de vida que es lo primero que tenemos en común con todos los seres vivientes.

Puedo ser religioso sin ser espiritual, tal como lo demuestran todas las guerras religiosas (cruzadas, guerras santas) y pontífices, sacerdotes y pastores de todas las religiones. Puedo ser religioso y pasar una vida entera dando más importancia a los rituales, las jerarquías y las formas de una iglesia, y olvidando lo más importante: la felicidad de la humanidad. Puedo ser fantásticamente religioso y pobremente espiritual.

Puedo vivir identificado con lo que creo que soy o con lo que realmente Soy. Puedo vivir identificado con mi mente o con mi Ser. En el primer caso, me sentiré separado de todos y todo y en el segundo, me sentiré unido a ellos. El hallarme parado en uno u otro lado hará que tenga una mayor o menor riqueza espiritual.

Puedo atarme con cadenas a mis creencias políticas y defendiendo a diestra y siniestra mis preferencias y tendencias ideológicas, es decir, mis ideas. O puedo soltar las cadenas y aceptar que las ideas son la herramienta y no el propósito ni lo más importante.

Puedo vivir atado a mi Ego, creación de la mente humana y no ser otra cosa que mi pequeño Yo, posesivo, controlador, limitado, incontestable y, sobretodo, infalible.

Ego y política

Identificado con el mundo de las ideas, el Ego hace vivir al ser humano que lo sufre en un mundo de ilusión en el cual el Ego “nunca se equivoca” y siempre “tiene la razón”.

Hijo de la mente, el Ego, cuando se apodera de las personas, les da una identidad temporal (somos mortales y, por ende, toda identidad es ilusoria y temporal), hace creer que ellas son aquello que piensan o aquello que creen y bloquea la conexión de sus pobres víctimas con su verdadero Ser, esto es, su dimensión espiritual.

Por ello, cuando domina el Ego, la persona se siente, entonces, separada de todo el resto de la creación, inclusive de individuos de su misma especie. Y el mundo, el país, la ciudad, el barrio, el círculo de amigos y hasta la familia e convierten en ambientes hostiles donde sólo existen amenazas. Madre de las ideas, la mente –órgano creado para ser una herramienta de supervivencia del cuerpo físico y nada más- se mueve a sus anchas, sin restricciones. El Ser, el Espíritu, aquello que nos une con todos los demás –al menos los humanos – queda preso de la cárcel que el Ego ha construido para él.

Por ello, cuando los políticos dominados por su Ego participan en
una negociación, es imposible que esta negociación dé frutos.

Pero claro, el Ego no puede negociar, porque negociar es transigir, es decir, consentir, ceder, renunciar a parte de mi “tengo la razón” para llegar a un acuerdo que nos deje satisfechos a ambos (cuando escribo “ambos” no hablo de Micheletti y Zelaya, sino del pueblo hondureño artificialmente dividido en pro-uno y pro-otro).

El Ego no puede negociar porque el conflicto lo creo él mismo y porque lo que se negocia aquello que lo alimenta. No se le puede dar pedir al pirómano que sea el encargado de apagar el incendio.

Pero ¿Qué se negocia?
Lo diré: se negocia posiciones mentales, razones, pensamientos, representaciones subjetivas de la realidad, listas inacabables de ofensas recibidas… en Honduras, los límites de sus diminutos Egos y de los de su círculo inmediato.

Pero esto no es privativo de los hondureños. Es la historia de la Humanidad. Se negocian la subjetividad, las posiciones mentales y las razones de cada cual.
Las crisis –o dramas- se inician así, como consecuencia de posiciones mentales en colisión y, por ende, la única manera de resolverlas es cuando ambas partes “dejan de tener la razón”.

Pero como siempre los Egos en contienda están tan ocupados en defender su posición, que es necesario contar con terceros para que los acerquen mediante sus buenos oficios o mediación. Los que hacen esto son facilitadores de las negociaciones cuyo único propósito, digámoslo así, es evitar sufrimiento a los pueblos.

En el caso de Honduras, a pesar de que Michelletti y Zelaya invocan la paz, la democracia y el bienestar del pueblo hondureño, lo único que queda claro es que lo único que se negocia es: ¿Quién tiene la razón? ¿Quién ofendió primero? ¿Quién quebrantó el Estado de derecho? ¿Cuál propuesta política es mejor?

Ambos han elaborado–y podrían nunca acabar- una lista de ofensas recibidas y han echado a andar sendas campañas para demostrar que ambos “tienen la razón”. Se hacen acompañar por masas bulliciosas, utilizan la fuerza para acallar voces, levantan condenas internacionales y se denuncian mutuamente en todos los foros, nacionales o internacionales que les es posible.

¡Perfecto! ¡Qué maravilla! Los dos demuestran al Mundo que “tienen la razón”.

Pero cómo uno no le reconoce al otro su razón, entonces, le amenaza, le denuncia, le muestra que le puede destruir, le infunde miedo, le hace la vida imposible.

Ambos se sienten dueños de la “verdad”.

Sus egos les dictan el libreto y entonces se llama a la insurrección, se reprime, se dice frases como “¡Jamás permitiré que….!” y otras para consumo de sus seguidores. Se llama a gritos a la violencia, a la solución de siempre.
La solución de siempre.
Hoy, 31 de julio de 2009, la prensa anuncia actos de violencia.
¿Hasta donde más se va a llegar? ¿Cuántos hermanos hondureños deben morir?

¿Cuánto sufrimiento es necesario?
¿Cuál debe ser –en la mente de estos señores- el costo humano de “tener la razón”?

¿Cuánto sufrimiento es necesario para que uno de ellos “tenga la razón” o mientras deciden “quién tiene la razón”?

¿Cuántos féretros para que sus Egos queden satisfechos?”

¿Nos hemos puesto a reflexionar en que, quien sabe, ambos tienen una parte de la verdad, pero que al final eso no importa porque están olvidando aquello que es lo realmente importante?
¿Lo sabemos nosotros?

Yo intentaré una respuesta: lo importante son los Seres humanos, su paz, su tranquilidad, es decir, su derecho a tener una Vida Feliz. Recuerden, el preámbulo de la Constitución hondureña.
Y pregúntese, señor Zelaya. Pregúntese, señor Michelletti:
¿El pueblo hondureño es está feliz con todo esto?
¿Se siente realizado?

¿Realmente creen que la violencia que amenaza desatarse crea “… las condiciones para la plena realización del hombre, como persona humana, dentro de la justicia, la libertad, la seguridad, la estabilidad, el pluralismo, la paz, la democracia representativa y el bien común?”
¡No pueden estar tan enajenados de la realidad!

¿Cómo pasarán a la Historia?
Tal como van las cosas, señores Micheletti y Zelaya, ustedes no sólo están demostrando a su pueblo y al Mundo lo limitado de su Ser y lo pequeños que están siendo como Personas sino que, además, están dejando pasar una fabulosa oportunidad para pasar a la Historia.

¿Qué dijo? ¿Pasar a la Historia?
¿Cómo?
Muy simple: transigiendo, dejando de hacer listas de ofensas recibidas, de tener la razón y cediendo su parte de la verdad.

En una región donde las diferencias políticas e ideológicas se han resuelto siempre mediante el uso de la fuerza y la violencia, un acuerdo entre ustedes sería una especie de clase magistral dirigida a los hondureños y el Mundo, sobre:

“Aprenda a resolver conflictos políticos sin causar sufrimiento ni derramar sangre”

Y si lo hubieran hecho a los pocos días del inicio de la crisis, hubieran podido añadir:

“… en 15 días.”

Ustedes y Honduras, entonces, terminarían re-escribiendo los textos de Ciencia Política y los hondureños podrían hasta ser líderes espirituales de la política mundial.

¿Realmente no pueden ver esta oportunidad que les ofrece la Vida?

Sus nombres serían mencionados junto con los de otros líderes de la historia que eligieron “no tener siempre toda la razón” y evitaron sufrimientos a sus pueblos. Miren los nombres, no son poca cosa, son Mahatma Ghandi, Nelson Mandela y Martin Luther King Jr., aunque, más exactamente, ustedes se parecerían a F.W. de Klerk, el último presidente de la Sudáfrica racista, quien, entre resistirse al cambio y negar la realidad de una Sudáfrica en transformación, rechazó las medallas y condecoraciones y eligió “no tener la razón” para ahorrarle terribles sufrimientos y miles de muertos a su pueblo.

Gandhi, Mandela y Luther King Jr. han pasado a la historia como líderes espirituales de la Humanidad.

Y F.W de Klerk compartió el Premio Príncipe de Asturias y el Premio Nóbel a la Paz con Nelson Mandela.
(Foto: F.W. de Klerk)
Después de todo, señores Micheletti y Zelaya ¿se han dado cuenta de que ustedes no son diferentes el uno del otro? ¿Y que tampoco son diferentes de los bárbaros gobernantes del pasado en sus métodos de solución de conflictos?

¿Ustedes, señores Michelletti y Zelaya, como qué pasarán a la Historia?

Al final de este drama, ¿Qué podio compartirán?

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