viernes, 22 de enero de 2016

Cholo soy...

Tenía 7 años y vivía en La Caleta Vieja, un barrio "clasemediero" en la costa norte del Perú, cuando escuché por primera vez "Cholo soy..." del maestro Luis Abanto Morales. 


A esa edad, ya había sido testigo de la injusticia y el abuso racista. Será por eso que, cuando una tarde mis padres llegaron a casa con "El Provinciano" de Luis Abanto Morales, me apropié de él y me deje embrujar por la cadencia del ritmo, la dulzura de la quena y el tundete de la guitarra, la voz tierna de don Luis, la melancolía de la melodía y la rebeldía de la letra de "Cholo soy...". 

Me encantaba encerrarme en la habitación y escucharlo una y otra vez y, en silencio, lloraba... tal vez por mis desposeídos compañeros de juego de la infancia: Toñito, el hijo de la señora que trabajaba para los vecinos y cantaba como un pajarito por las mañanas de verano; o por Cholanca, el niño que lavaba los automóviles del barrio y a quien le prestaba mi bicicleta mientras yo corría detrás; o por Paulino, el "ahijado" de otros vecinos con quien conformamos la dupla más exitosa de La Caleta en las carreras de carro- patín. O tal vez porque la música y la poesía siempre ha tenido ese efecto en mí. O quizá porque simplemente soy un llorón. 

Hoy escucho esta nueva versión, menos melancólica. Más alegre, y el corazón se me hace un puño. Se supone que debo animarme pero vuelvo a llorar. Soy un privilegiado. He vivido lo suficiente para escuchar esta nueva versión. 


Gracias papá, gracias mamá, por traer y dejar a "Cholo soy.." en casa. Tal vez nunca se dieron cuenta, pero en realidad me lo metieron en el alma.

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