sábado, 27 de enero de 2024

Poema de amor desde el desamor


Poema de amor desde el desamor
 

            Hablar de amor no es "chic" en estos tiempos. (Antonio Mayucayán) 

Me lo has dicho tantas veces,

por lo menos en la mina, en el desierto.

Me has contado,

no había amor, tampoco tiempo,

pero aun así hablemos.

Ya sé que en estos tiempos no es chic

pero es la única forma que conozco

de arrancarme una que otra vez

de esta montaña de papeles arrumados,

de este resplandor de simulacros,

y prepararme para el amor

aunque sea una vez al mes,

prepararme para el amor

aunque sea por jugar,

prepararme para el amor

y no olvidar

como sabe la ternura.

 Está bien,

no hablemos del crepúsculo

pero me enseñarás

a decirlo

como tú.

No hablemos del crepúsculo,

yo también quiero impresionar

y llegar

al fin del día

sin concluir el tema,

ya que sólo así podremos,

como tú querías, registrar

tu próxima cita

para el 30 de diciembre de 1999

¿y nada habrá cambiado, verdad?

Seguirá siendo ella.

Seguirás siendo tú,

el mismo

hombre de tristezas inéditas y alegrías repentinas.

Bien lo sé,

hablar de amor no es chic en estos tiempos.

Pero hablemos.

Hablemos tus ocasos de colores,

cómo llega nuevamente el sol

nuestro cada día

y la mano   

furiosa que nos arranca

su arco iris de princesa etíope,

sus ponientes

casi siempre sin gaviotas ni café,

su silueta

las horas que esperabas transcurrir en la vejez

sentado en su frontera,

su estilo ojival.

¡Qué tarde!

Qué chiste añejo me parece hoy

el rostro de Krishna,

la victoria de Ram y Laxman, los cuerpos

sin lumbre, sin incienso.

¿Qué esperan?

Esperan desde

hace casi seis mil años

¿Cómo no podrían esperar un día o diez mil años más?

Siguen siendo los mismos.

No sólo es de pan su hambre,

también lo sé,

pero ellos sí hablan del crepúsculo

aunque sin discutir

si es la luz que hay desde que raya el día hasta que sale el sol

u otra cosa o qué.

El crepúsculo está aquí,

en Calcuta y en Benares,

y por eso vuelven siempre

a concluir el tema,

a vestirse

de arsenales y colores

cada noche,

a las nueve y diez,

desde hace casi seis mil años;

y el amor no ha cambiado,

ni ellos

ni tu poesía.

Sigues siendo tú.

Sigue siendo ella

la misma

dama fértil,

pubis

de silencios infranqueables y belleza medieval.

El crepúsculo es eso,

solamente un espacio entre ella y tú

un espacio dulce,

claro y despejado,

un ardid

para escapar de tanta guerra sin cuartel,

una hoguera río arriba allá en el Ganges

o en el Santa,

el mejor momento para hablar de amor

y para hacerlo.

Aun cuando no sea chic,

siempre será mejor

que hacer inventarios de naufragios

o vociferar contra la luna.

* * *

Álvarez, Julio. "Penúltimo segundo, un manojo de poemas y una crónica de viaje", Chimbote 2004, Río Santa Editores

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