Esta mañana, leí la
entrevista que hizo el 14 de diciembre la periodista Milagros Leiva a la congresista
Rosa Bartra. En ella, Leiva le cuestiona la compra
de 9 mil soles en turrones con dinero del Congreso (es decir, de los
contribuyentes). Bartra respondió que lo hicieron porque la mayoría de los trabajadores del Congreso son devotos del Señor de Los
Milagros.
Y les quiero contar esta historia:
Cuando era niño me encantaba
jugar "Piedra, papel o tijera". Con este juego dirimíamos en la
cancha de mi barrio quien haría algo primero y resolvíamos las diferencias que
surgían en, por ejemplo, un partido de fútbol. ¿Quién tocaría el balón primero?
Piedra, papel o tijera. ¿En qué lado del campo jugaría mi equipo el primer
tiempo? Piedra, papel o tijera. Y así, sin pelearnos.
El juego era simple: el papel
envuelve a la piedra, la tijera corta al papel y la piedra rompe la tijera. Y
solo podías elegir uno y en menos de un segundo. Fueron nuestras primeras
lecciones de toma de decisiones y solución pacífica de controversias. Era la
regla y todos la respetábamos.
Con el tiempo alguien pensó que
por qué no podía utilizar una aguja. Y entonces, "¡Aguja!", dijo,
"la aguja también hace hueco al papel!". Luego otro, que no quedó
contento con este cambio de reglas a última hora, sacó de su manga el ¡Hueco!.
"El hueco gana –dijo- la piedra, el papel y la tijera caen en el hueco. De
allí a la aparición de los elementos más extraños no hubo mucho trecho: tractor,
bomba atómica, lanzallamas... y el juego dejo de ser un juego y se convirtió en
una lucha de gritos, empujones y una competencia en donde ganaba el que era más
fuerte o el más ladino. El sistema de solución de controversias entró en caos. Pero
solo hasta que alguien, mostrando el dedo pulgar derecho hacia arriba, resolvió
la controversia diciendo: "¡Diosito! Les gano a todos, ¡Diosito!"
Nadie se lo esperaba. Había dicho
"Diosito" y ¿quién o qué podía tener más poder que Diosito?
Al principio nos reímos mucho. Hasta que dejó de ser divertido. A partir de ese momento, cada vez
que debíamos decidir algo con este juego, todos mostrábamos el dedo pulgar
hacia arriba y gritábamos "¡Diosito!". Lo demás se lo pueden
imaginar. Cada uno tenía su "Diosito" y, al final, solo contaba la ley del más fuerte o del que tenía más amigos. Lo que era un juego se transformó en una exhibición de atropellos.
El juego dejó de ser divertido y
esa fue mi primera experiencia de un conflicto "religioso". Empecé a ser consciente de cómo la religión (o un pensamiento único; la religión lo es) puede ser utilizada para justificar abusos.
Algo así ocurrió en
la entrevista que le hicieron en RPP a la
congresista Rosa Bartra, donde Milagros Leiva le cuestionó la compra de 9
mil soles en turrones con dinero del Estado. El argumento de Bartra, que
pretendió desacreditar los fundamentos legales del cuestionamiento fue escandalosamente religioso: lo
hicimos, dijo, porque la mayoría de los trabajadores del Congreso son devotos
del Señor de Los Milagros y los turrones se repartieron entre los fieles el día
de la celebración.
¿Que hay normas que prohíben este
tipo de adquisiciones? Nada. Diosito.
¿Qué eso constituye una falta? Nada. Diosito.
¿Qué eso constituye una falta? Nada. Diosito.
¿Que es dinero de los
contribuyentes y no debe ser usado para consumos personales? Diosito.
¿Que la Constitución dice que el
Estado peruano no tiene religión oficial? Diosito.
Nunca más volvimos a jugar papel, piedra y tijera en la cancha de mi barrio.
Nunca más volvimos a jugar papel, piedra y tijera en la cancha de mi barrio.
Echar una moneda al aire era más práctico. Cara o sello. La ley del azar no admitía argumentos religiosos.
Suena materialista, agnóstico, ateo. Lo se. Pero se acabaron los atropellos.
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