Poema de amor desde el centro del silencio
Déjeme ser
esa
fiera que ama las hojas secas sobre la soledad
y
los helechos,
la
luz tenue,
el
vino caliente con canela,
el
queso con café,
el
pan crocante,
los
manteles domingueros
las
servilletas a cuadritos,
la
música y el silencio.
Déjeme ser el grano de arena en la playa,
la
rama quebradiza del árbol grande,
el
aire que no la circunda,
la
gota que derrama el vaso,
el
gato techero,
el
perro sin hogar,
la
gaviota ametrallada.
Déjeme todo eso
ser
de vez en cuando,
no
importa el orden,
junto
o separado,
sólo
eso
y
le daré a cambio,
dientes
para su risa
pañuelo
para sus lágrimas,
fiesta
para sus alegrías,
fuerza
para el fracaso,
abrigo para el frío,
ganas y permanente disposición
para
preguntar qué le place,
indagar
qué le apetece,
compartir
cada idea,
consultarle
cada idea,
negociar
cada cambio,
escribirle
versos,
cambiar
pañales sucios,
cantarle
serenatas,
acicalar
sus alas,
planchar
mis propias camisas,
respetar
sus días difíciles,
lavar
la ropa de los niños,
cocinarle
los domingos,
apoyarme
en su hombro,
mantener
los ojos serenos,
hablarle
bajito,
amarla
más
y
necesitarla
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