Poema de amor desde el desamor
Hablar de amor no es "chic" en estos tiempos. (Antonio Mayucayán)
Me lo has
dicho tantas veces,
por lo
menos en la mina, en el desierto.
Me has
contado,
no había
amor, tampoco tiempo,
pero aun
así hablemos.
Ya sé que
en estos tiempos no es chic
pero es la
única forma que conozco
de
arrancarme una que otra vez
de esta
montaña de papeles arrumados,
de este
resplandor de simulacros,
y
prepararme para el amor
aunque sea
una vez al mes,
prepararme
para el amor
aunque sea
por jugar,
prepararme
para el amor
y no
olvidar
como sabe
la ternura.
no hablemos del crepúsculo
pero me
enseñarás
a decirlo
como tú.
No hablemos del crepúsculo,
yo también
quiero impresionar
y llegar
al fin del
día
sin
concluir el tema,
ya que sólo
así podremos,
como tú querías, registrar
tu próxima cita
para el 30 de diciembre de 1999
¿y nada habrá cambiado, verdad?
Seguirá siendo ella.
Seguirás siendo tú,
el mismo
hombre de
tristezas inéditas y alegrías repentinas.
Bien lo sé,
hablar de amor no es chic en estos tiempos.
Pero
hablemos.
Hablemos tus ocasos de colores,
cómo llega nuevamente el sol
nuestro
cada día
y la mano
furiosa que
nos arranca
su arco
iris de princesa etíope,
sus ponientes
casi siempre sin gaviotas ni café,
su silueta
las horas que esperabas transcurrir en la vejez
sentado en
su frontera,
su estilo
ojival.
¡Qué tarde!
Qué chiste añejo me parece hoy
el rostro de Krishna,
la victoria
de Ram y Laxman, los cuerpos
sin lumbre,
sin incienso.
¿Qué
esperan?
Esperan desde
hace casi
seis mil años
¿Cómo no podrían esperar un día o diez mil años más?
Siguen siendo los mismos.
No sólo es de pan su hambre,
también lo
sé,
pero ellos
sí hablan del crepúsculo
aunque sin
discutir
si es la
luz que hay desde que raya el día hasta que sale el sol
u otra cosa
o qué.
El
crepúsculo está aquí,
en Calcuta
y en Benares,
y por eso
vuelven siempre
a concluir
el tema,
a vestirse
de
arsenales y colores
cada noche,
a las nueve
y diez,
desde hace
casi seis mil años;
y el amor
no ha cambiado,
ni ellos
ni tu
poesía.
Sigues
siendo tú.
Sigue
siendo ella
la misma
dama
fértil,
pubis
de
silencios infranqueables y belleza medieval.
El
crepúsculo es eso,
solamente
un espacio entre ella y tú
un espacio
dulce,
claro y
despejado,
un ardid
para escapar de tanta guerra sin cuartel,
una hoguera
río arriba allá en el Ganges
o en el
Santa,
el mejor
momento para hablar de amor
y para
hacerlo.
Aun cuando
no sea chic,
siempre
será mejor
que hacer
inventarios de naufragios
o vociferar
contra la luna.
* * *
Álvarez, Julio. "Penúltimo segundo, un manojo de poemas y una crónica de viaje", Chimbote 2004, Río Santa Editores
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