miércoles, 29 de junio de 2011

Tú miénteme no más...

Leí este cuento de Anthony de Mello hace unos años y me marcó por siempre. Léanlo y luego les comento cómo fue que me marcó.

"Soy una falsa moneda"

Había un viejo sufi que se ganaba la vida vendiendo toda clase de baratijas. Parecía como si aquel hombre no tuviera entendimiento, porque la gente la pegaba muchas veces con monedas falsas que él aceptaba sin ninguna protesta, y otras veces afirmaban haberle pagado, cuando en realidad no lo habían hecho, y él aceptaba su palabra.

Cuando le llegó la hora de morir, alzó sus ojos al cielo y dijo: "¡Oh, Alá! He aceptado de la gente muchas moneda falsas, pero ni una vez he juzgado a ninguna de esas personas en mi corazón, sino que daba por supuesto que no sabían lo que hacían. Yo también soy una falsa moneda. No me juzgues, por favor."

Y se oyó una voz que decía: "¿Cómo es posible juzgar a alguien que no ha juzgado a los demás?"

Muchos pueden actuar amorosamente. Pero es rara la persona que piensa amorosamente.”

En buena parte de mi juventud, yo me aproximaba al amor y a los demás sospechando que en el camino sería engañado. Y no disfrutaba de él. Hacer a Anthony de Mello mi "maestro post-mortem" me hizo ver, entre otras cosas, que el origen del sufrimiento humano se halla en los juicios de valor (o prejuicios) que hacemos sobre los demás y que nos hacen que siempre querramos “tener la razón”, “saberlo todo”, “conocer la verdad”, "tener el control" y, por lo tanto, auto-adjudicarnos el poder de decidir que “Yo estoy bien” y “Tú (y todo aquel que no comparta mi juicio) estás mal” y manipular a los demás (o como diría dulcemente una buena amiga: "digitar").

La vida, implacable maestra, me mostró miles de veces que esto no me hacía feliz y que, si bien no podía evitar juzgar automáticamente, sí podía soltar esos juicios y aceptar que las personas somos seres libres y responsables que, algunas o muchas veces, elegimos afirmar algo que es real o que no lo es para "lucir bien" o por temor al rechazo o por quién sabe qué. Y que, salvo aceptarlos compasivamente, no hay nada que yo pueda hacer para cambiar esto.

Desde ese día, cada vez que sospecho que alguien miente e, inclusive, si la mentira es super evidente, simplemente pienso: "Yo también soy una falsa moneda" y, si hay suficiente confianza, le digo:

“Tú miente no más, que yo te voy a creer todo lo que tú mientas”

¿Y saben qué? Siempre que lo hago, consigo irme en paz y mantener mi esperanza en la humanidad.