Era el primer día de clases y el profesor de filosofía, un hombre mayor de apellido anglosajón y bastante señorial, decidió conocer a sus alumnos, casi todos ellos muchachos peruanos mestizos de apellidos hispanos, con excepción del becario, un surinamés cuyo apellido y acento eran extranjeros.
- ¡Álvarez! – llamó el profesor -y ¡Presente! - respondió el alumno, a la vez que se ponía de pie en señal de respeto y el profesor disparaba, desde detrás de sus gafas para leer de cerca, una mirada auscultadora.
- ¡Del Castillo! – siguió así el profesor -y ¡Presente! - respondió este alumno también y así sucesivamente se repitió unas nueve veces el ritual hasta que…
- ¡Reid!, Reid… ¡Fred Reid! – dijo el profesor sin levantar la mirada, mientras, sonriendo por primera vez, decía – ¡Ah! Pero ¡qué bonito apellido! ¡¿Es holandés?!
- It doesn´t matter –respondió el aludido, un joven negro descendiente de esclavos- it is just… a name – y se sentó.
Los alumnos supieron, en ese instante, que tendrían un profesor. Jamás un maestro.
Un profesor enseña conocimientos, necesarios o no, para ganarse la vida; un maestro enseña a vivir.
- ¡Álvarez! – llamó el profesor -y ¡Presente! - respondió el alumno, a la vez que se ponía de pie en señal de respeto y el profesor disparaba, desde detrás de sus gafas para leer de cerca, una mirada auscultadora.
- ¡Del Castillo! – siguió así el profesor -y ¡Presente! - respondió este alumno también y así sucesivamente se repitió unas nueve veces el ritual hasta que…
- ¡Reid!, Reid… ¡Fred Reid! – dijo el profesor sin levantar la mirada, mientras, sonriendo por primera vez, decía – ¡Ah! Pero ¡qué bonito apellido! ¡¿Es holandés?!
- It doesn´t matter –respondió el aludido, un joven negro descendiente de esclavos- it is just… a name – y se sentó.
Los alumnos supieron, en ese instante, que tendrían un profesor. Jamás un maestro.
Un profesor enseña conocimientos, necesarios o no, para ganarse la vida; un maestro enseña a vivir.