lunes, 12 de mayo de 2008

Fe de Erratas

Anoche tuve una de esas alucinaciones que quince días de excesos y reencuentros empezaron a producir en mí y de las que me he habituado a despertar a voluntad hasta hacerme maestro en el arte de la manipulación de ensueños y quimeras. Pensé que había sido un sueño, pero la visión volvió a presentarse esta mañana, domingo exactamente a las 10, cuando, todavía sin acabar de abrir los ojos, me encontré sentado en el banquillo de acusados enfrentando un juicio por quebrantamiento de ilusiones, reproducción no autorizada de utopías, calco impune de fantasías y auto-adjudicación inmerecida de imaginaciones...

Luego de un corto pero intenso intercambio de miradas y advertencias, el ángel se fue. Murmuró nombre y apellido y se fue. No tengo pruebas de ello, salvo esta fotografía que encontré en la red y que juro se parece mucho a su silueta cuando, atravesando el horizonte, se marchaba.

Prometió volver...

jueves, 8 de mayo de 2008

Del viaje del iluminado Sidarta Gautama por tierra de Chimboteros, de los encuentros en que me envolvió y de cómo me desenvolví

La vida – dice en la hermosa Zamba de Bencao Vinicius di Moraes – es el arte del encuentro.

 

Hablaba por Messenger con una vieja amiga, de esas que dejas de ver por muchos años. De esas guapísimas con cuerpos sensuales y deslumbrantes y rostros de angelito, aunque comandados por una educación más bien conservadora y medio cucufata. Es decir, de esas que te hubiera gustado que fuesen medio promiscuas a ver si por allí, entre los avatares de la juventud, te caía en suerte tocar aunque sea un milímetro cuadrado de esa piel. De esas que te conocieron cuando eras un universitario irreverente, desaforado, pelilargo y mal hablado, y te amaron, a pesar de todo eso o, tal vez, debido a eso, te amaron y que hoy, después de casi 20 años, se te aparece igual de sensual, igual de deslumbrante e igual de ángel pero mucho más sabia y hechizante.

 

Y bueno, hablábamos de nosotros y de todo, de los hijos y de cómo crecen y empiezan a vivir su vida, cometer sus errores y aprender sus lecciones. Y así, de línea en línea, de cuadro en cuadro, llegamos a estas dos frases que, simplemente, nos dejó encantados:

 

Yo escribí:

 

"La vida es una lección tras otra. Las que no aprendas a tiempo, tendrás que repetirlas mientras vivas..."

 

Y ella complementó:

 

"… y no todas las asignaturas son bonitas."

 

Si bien esta frase no es nueva, fue muy hermosa la forma como, arrastrando frases y pegando palabras, llegamos a ella. A nuestros cuarenta y tantos años, llegamos a ella.

 

Lo que es cierto, en todo caso, es que esta idea ha estado en circulación por miles de años y fue imaginada, tal vez en otros términos, por el fundador de una "religión sin Dios", tal vez una de las más fascinantes que existen sobre el planeta tierra, tn fascinantes que hasta se murmura que Jesús estudió en una de sus escuelas durante los años que anduvo perdido. Ese hombre fue Sidarta Gautama, más conocido como Buda.

 

Habiendo nacido en el seno de una familia hinduista de la casta de gobernantes y guerreros (la segunda casta más alta, sólo debajo de los brahamanes), Sidarta debía por tradición ser eso, un gran guerrero, y en ello puso mucho esfuerzo la familia entera. Este, sin embargo, no había sido el vaticinio del oráculo, para el cual Sidarta estaba predestinado a dejar casa, familia y gobierno y entregarse a una vida pacífica y sin hogar, no causar ningún daño y practicar la compasión para con todas las criaturas. Y así fue, a los 29 años, Sidarta dejó casa, familia y gobierno y, después de muchos años de búsqueda, recorrer caminos equivocados, darse encontronazos y volver una y otra vez a empezar, alcanzó la iluminación, que es el significado de la palabra Buda, esto es, el iluminado, mentalmente despierto, lúcido. [1]

 

Es decir que Sidarta, como diría el buen Alfredo Campana (o Fred Bell para sus admiradoras angloparlantes) era hijo del señor Gautama, lo que significa que Buda fue el nombre o título con que se le conoció en su tiempo, algo así como Mesías, luego de que volvió a recorrer los lugares en donde habían transcurrido los primeros 29 años de su vida… con muchas lecciones aprendidas.

 

Y así fue como llegamos a la frase de las lecciones y así como nos fuimos yendo por las ramas, haciendo un inventario de las dos últimas semanas en el Perú, re-encontrándonos con viejos amigos después de casi 20 años. Unos más gordos, otros más delgados, algunas siempre guapas, otros panzones, medio calvos, unos juveniles, otros señoriales, unos siempre altos, otros siempre chatos, casados, viudos y divorciados, con hijos, sin hijos… allí estábamos con esas arruguitas incipientes delatando los muchos encuentros que habíamos tenido en esa eternidad de casi 20 años.

 

Si bien ninguno de nosotros era un iluminado, todos éramos conscientes de que llegar allí donde estábamos, nos había tomado más de 40 años y había que festejar todas las lecciones aprendidas.

 

Esta última, por lo pronto, fue preciosa y no dejaré que pasen otros 20 años más. No es saludable para el alma dejar de ver por tanto tiempo a aquellos con quienes creciste. Verlos con cierta frecuencia evita que olvides la respuesta correcta a la pregunta "de donde vengo", te deja muy claro siempre el "quién soy" y te ayuda a llegar allí, a ese lugar que se llama  "a dónde voy".

 

Mi amiga, con quien hablo ahora casi a diario, anda re-encontrándose y descubriendo, según sus propias palabras, que es más rara de lo que se imaginaba. Y yo también. Y quizá esa sea la razón por la que siempre me gustó la gente rara, aquella como la que describe Mario Benedeti en su poema "La gente que me gusta".

 

Y por eso, insisto, no es saludable para el alma dejar de ver por tanto tiempo a aquellos con quienes creciste. Por eso, juro que se volverá a repetir… el encuentro… y la lección.

 

Por ahora, sólo me resta decir que, en efecto, la vida es el arte del encuentro, un arte en el que, para hacernos maestros, se nos da una lección tras otra. Las que no aprendemos a tiempo, tendremos que repetirlas mientras tengamos vida… en especial aquellas asignaturas que no son bonitas.

 

Yo, por lo pronto, les aseguro, nunca fui, soy ni seré el mejor alumno de la clase. Sólo confío en que las lecciones que me queden para el momento final sean las menos feas.



[1] Si desean leer en detalle una biografía muy entretenida de Sidarta Gautama y sus filosofía, vayan a: http://www.monografias.com/trabajos/sidarta/sidarta.shtml