viernes, 20 de marzo de 2009

Los beneficios de Nevado

Los beneficios de Nevado

He vivido en dos países en los que, de una u otra manera, el sistema judicial –a través de la Corte Suprema- ha sido no sólo el guardián de la democracia sino que ha funcionado y funciona en defensa y protección de los ciudadanos honestos y productivos o, por lo menos, intenta protegerlos.

El primero, contra lo que puedan pensar, es India. Mi experiencia suprema ocurrió entre 1996 y 2000 cuando la Corte Suprema de este país, en el año 2000, luego de las indecisiones del poder ejecutivo y las huelgas multitudinarias de los choferes de autobuses y rickshaws (mototaxis hindús tan o más nocivos que las combis peruanas) que paralizaban la ciudad de Nueva Delhi, resolvió que todos, literalmente, todos los vehículos motorizados de servicio público de dos o más ruedas, estaban obligados a usar Gas Natural como combustible. La medida se había venido postergando por 2 años, sobretodo por la oposición del gremio de dueños de las empresas de transporte y choferes, quienes aducían que mientras no hubiesen suficientes estaciones de gas, no podían, pues de lo contrario iban a tener que hacer largas colas por horas. El problema llegó al punto de que los índices de alergias y enfermedades bronquiales y de la piel habían subido tanto, que la Corte Suprema dijo "¡ya basta!" y, tomando como fundamento el derecho de las personas a un ambiente saludable, ordenó que la medida se aplicaba a partir de las próximas 48 horas, sí o sí. Y no hubo reclamo, pataleta ni piteadera alguna que lo evitara. Se hizo y punto. A los pocos meses, todos empezábamos a respirar un aire más limpio y estoy seguro de que muchos niños hindúes dejaron de acudir a los hospitales y a correr felices por las calles.

El segundo país es EEUU y creo que todos conocemos lo bien que puede funcionar el sistema judicial aquí. En ambos países no son perfectos, pero también en ambos países he podido ver la actuación de un juez y tener una sensación de que muchas veces se hace justicia.

Y todo esto viene a colación de un hecho sobre el cual estoy seguro que se ha escrito hasta el hartazgo, pero que no puede evitar mencionarlo porque estoy francamente indignado.

Hace apenas dos días vi en las noticias que la policía había capturado a Andrés Nevado, un pedófilo que había violado a un menor de 12 años, F.G.M., hasta 3 veces y, al oponer éste resistencia la cuarta vez, lo había apuñalado. El caso es que el asesino ya había sido condenado antes a 25 años de prisión por violación y homicidio en contra de otro menor en 1997 pero fue puesto en libertad a los pocos años (tal vez 6 y no más), menos de un tercio –y aquí viene lo que realmente me indigna- aparentemente, en aplicación de ciertos "beneficios" penitenciarios como 2 días de pena por uno de trabajo o algo así.

A ver, yo estudié derecho, y esto no lo entiendo.

Recapitulemos.

Andrés Nevado violó y asesinó a un niño en 1997. El niño perdió la vida, el bien jurídico más preciado, y valga, la redundancia, la perdió para siempre, por los siglos de los siglos. La víctima lo pierde todo y su asesino se hace acreedor a una pena privativa de la libertad que es fuerte sólo en el papel y a los consiguientes beneficios, y sale a la calle al poco tiempo a cometer el mismo crimen.

¿Cuál es el beneficio que recibe la víctima o al menos su familia? ¿A la mamá se le reduce el dolor de perder a un hijo a la tercera parte de su intensidad? ¿el niño resucita luego de un tercio del tiempo de la pena del asesino y, a la vez que éste vuelve a la calle a hacer sus fechorías, el niño vuelve a nacer y corretear por el barrio?

¿No es que la ley y el sistema de justicia debe proteger a lo ciudadanos productivos y honestos? ¿No que la vida es el bien más preciado de la sociedad? ¿no que la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado?

¿Por qué tenemos que otorgar beneficios a estos criminales? ¿Por qué un criminal como Nevado puede recibir beneficios? ¿Cuál fue su mérito?

¿Quieren saber donde empieza el problema?

Lean el artículo 139 de la Constitución, que trata de los principios de la función jurisdiccional, y noten que los incisos 1 a 20 están allí realmente para garantizar, en general, el derecho de defensa y un juicio justo. Pero, los incisos 21 y 22, y sobretodo este último, ya no se refieren al proceso judicial sino al cumplimiento de la condena por el delincuente, pues el proceso judicial acaba con la sentencia. El inciso 22 es el principio de que el régimen penitenciario tiene por objeto la reeducación, rehabilitación y reincorporación del penado a la sociedad. ¿Fue este el caso de Nevado? ¿Cuál es el nombre del Juez que autorizó su liberación? ¿No deberíamos preguntarle públicamente cuáles fueron los fundamentos para su liberación?

Lamentablemente, hasta donde se, y si me equivoco, díganmelo, en nuestro país un criminal de esa peligrosidad puede acceder a "beneficios" de reducción de la pena siguiendo un trámite meramente administrativo. Es decir, trabaja en la cárcel y por cada día de trabajo le descuentan dos de la pena. No hay un juez ni una comisión que evalúe caso por caso, y no lo hay porque se trata sólo de un trámite administrativo… y si me equivoco, entonces, que alguien explique por qué Nevado sólo cumplió menos de tercio de su pena total que era de 25 años. Ahora dicen que la condena sería de 30 años… pero veamos, bajo nuestro sistema penal, saldría libre el año 2015? o antes?

Entonces, a ver, otra vez, recapitulemos:

Artículo 1 de la Constitución del Perú: "La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado…"

miércoles, 11 de marzo de 2009

De medallas y laureles





Es domingo, 8 de marzo, celebro el Día Internacional de la Mujer.
Enciendo el televisor y veo anonadado el preciso instante en que la señora Medina es condecorada con el "Mérito a la Mujer" por la Presidenta de la Comisión de la Mujer del Congreso.
Intento no juzgar y hago un esfuerzo supremo por encontrar en su trayectoria pública un argumento suficientemente fuerte que me convenza, de corazón, de que se trata de un acto de reconocimiento público totalmente merecido y que los valores que ensalza y transmite a la juventud del Perú dicho acto son del tipo que hará de nosotros un país mejor.
Fracaso estruendosamente en mi intento.
Vienen a mi memoria entonces el día que cumplí 12 años de edad y veo a mi padre –a quien le fascinaba regalarme libros que sabía que no leería de inmediato pero con la esperanza de que alguna vez lo hiciera- llegar a casa con un ejemplar de "El Hombre Mediocre" de José Ingenieros –publicado por primera vez hace más de 100 años- y me lo obsequió luego de explicarme de qué se trataba y lo mucho que iba aprender leyéndolo. Más ocupado en las chicas, mi bigote incipiente, el fútbol y el frontón, sólo me di tiempo para hojearlo por los años siguientes y finalmente leerlo de arriba abajo y con ojo escudriñador a los 17 años de edad para una exposición del curso de Lengua en la Universidad. ¡Fue descubrir mundo nuevo! Me fascinó y me marcó para siempre.
Vuelvo a hojear mi viejo ejemplar del citado libro y leo que Ingenieros dijo en él: "Cada hora de la humanidad tiene un clima, una atmósfera y una temperatura (…) cada clima es propicio para el florecimiento de ciertas virtudes".
Recuerdo por eso, cuando era adolescente y recibía de manos de mi padre el libro de José Ingenieros y me sentaba con él una o más veces por semana a ver juntos programas como Pulso con el cascarrabias de Alfonso Tealdo y la Torre de Babel con Mario Vargas Llosa, en el mismo horario que hoy se ve el programas de la señora Medina y en los 90 el de la señora Bozzo.
Y me pregunto: ¿Cuál es el clima? ¿Es respirable la atmósfera que hay alrededor de ese "acto de reconocimiento público"? ¿Hace calor verdad? Y es pegajoso.
Leo entonces que la congresista Beteta defiende la condecoración con dos argumentos: "… merecía un reconocimiento: por ser una mujer provinciana y haber venido de un nivel económico bajo y ahora sí tiene un nivel económico,… (…) sí hace labor social y eso, ¿no creen que es bueno reconocérsele? Dentro de mi opinión, yo creo que sí y seguiré apoyando y seguiré haciendo los reconocimientos a todas las personas sin distingo, al margen de los problemas judiciales que puedan tener" (En Peruanos en Atlanta)
Leo entonces que otro congresista dice que no nos deberíamos ocupar en este debate inútil. Y entonces me imagino una muestra del debate en escala de vecindario en donde el presidente de la junta de propietarios otorga la medalla de "La Vecina del Año" a la chismosa del barrio que acaba de salir de la comisaría por ofender públicamente a otra vecina y, como testigo presencial de todo ello, a mi sobrina de 14 años… y Dios, ¡está aplaudiendo!
Entre escalofríos, abro mi revista de Condorito y leo: "¡Plop! ¡Exijo una explicación!" (Pepo)
Y como no la encuentro, simplemente cambio de canal y elijo ver las noticias del éxito de Claudia Llosa en el Festival de Cine de Berlín y del título mundial de boxeo de la guapa Kina Malpartida y -mientras disfruto su inevitable acento limeñazo- leo que, hoy miércoles 11 de marzo y después de un debate –éste sí inútil-, a ésta finalmente le entregarán los laureles deportivos.
Abro mi ventana y me doy cuenta que ese calor pegajoso que sentí hace un momento fue solamente una corriente momentánea de aire saturado.
En realidad, el clima mejora, la atmósfera respirable y la temperatura me hace bien.

sábado, 7 de marzo de 2009

¿Sentimos con el estómago?

"Ustedes los peruanos hablan siempre de comida", me dijeron hace poco, lo cual no me sorprendió porque no es la primera vez que alguien lo hace y porque ¡es verdad! Siempre lo hacemos.

Algunos han sido incluso más enfáticos y se han atrevido a decir que los peruanos somos los únicos que hablamos de comida cuando estamos comiendo. Así, si estamos saboreando un fantástico ceviche de pescado con salsa de camarones, conversamos sobre el alucinante tacu tacu relleno con mariscos que comimos en nuestro último viaje al Perú. Y por último, vivimos buscando el último hueco, el último rincón, la última olla… somos insobornables en lo que al buen sabor se refiere. Somos unos sibaritas. Estamos enamorados de nuestra comida.

A muchos extranjeros, estadounidenses entre ellos, les cuesta entender esta "obsesión" peruana. Poco tiempo después de mi llegada a los Estados Unidos, una amiga americana cuya dieta fundamental era vegetales enlatados y pollo asado que compraba y congelaba por semanas, subrayaba siempre que "you are very special with your food".

Nunca encontré la manera de que comprendiera de corazón que no, que no estaba siendo especial, sino que simplemente en mi país consumíamos los alimentos frescos y cada comida (meal) no se limitaba al acto casi reflejo de introducirnos en la boca un bocado, masticarlo e ingerirlo, que no necesitábamos ir a un restaurante de lujo para probar algo delicioso y que eso se debe tal vez al hecho de que, como alguna vez me dijo graciosamente una amiga boliviana que había subido visiblemente de peso desde que llegó a vivir al Perú, "en este país, ¡hasta lo que cuesta un sol es rico! ¡Malditos peruanos! ¡¿Acaso ustedes me van a pagar la liposucción?!"

Así somos. De eso no hay duda, pero, ¿Qué significado tiene este rasgo para los peruanos como cultura?

Para Lin Yutang (1896-1976), escritor y filólogo chino, el disfrute de los alimentos irradia una felicidad que es hasta espiritual y que sólo las culturas que han entendido que la comida es una de las pocas alegrías sólidas de la vida, lo hacen. Lin Yutang menciona específicamente a los franceses que dicen "Oh la la, omm…" y a los chinos que sorben mientras se llevan a la boca una cucharada de gustosa sopa o arroz.

Yo quiero añadir a dos más que conozco por experiencia propia: los hindúes y los peruanos. Los primeros pueden devolver sin remordimientos a la cocina el plato de Rogan Josh que, a su juicio, no alcance los estándares mínimos de sabor y calidad y si nos invitan a sus casas, harán lo necesario para ofrecernos un banquete, mientras nos dicen que no es difícil cocinar el plato que nos gustó y nos llenarán los oídos instantáneamente con sus deliciosas recetas ¡esperando que nos las aprendamos en el acto!

Los peruanos, por nuestra parte, somos capaces de hablar de las delicias de un cabrito con frijoles a la vez que devoramos un lomito al jugo o un cevichito, así siempre con cariño, de mariscos y disfrutamos el sabor presente, el recuerdo y la promesa.

Enhorabuena. Las bondades de nuestra comida peruana no radican sólo en la cocina misma sino sobretodo en el amor que le ponemos al hacerla porque, como dijo el buen Lin Yutang, "la comida es una de las pocas alegrías sólidas de la vida" y nosotros, en cada bocado, le declaramos nuestro amor.