viernes, 27 de noviembre de 2009

Hoy no fio, mañana sí


El camino “a” la felicidad no existe, porque ésta no es un destino sino una cualidad del camino y por eso "hoy no fío, mañana sí"

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La vida puede compararse a un viaje que empezamos a recorrer cuando nacemos y para el cual se nos ha dotado de un carruaje (cuerpo), unos caballos (deseos e instintos) y un cochero (mente). El viaje puede durar desde un día hasta 70 o más años, se puede acabar en cualquier momento con previo aviso o sin él, y mientras dura cruzamos innumerables pueblos y paisajes y tenemos miles de encuentros con otros viajeros.

El camino está lleno de señales que no indican destinos, direcciones ni lugares, sino que nos hablan de Cómo hacer un viaje feliz. Algunas de ellas las vemos y la mayoría las ignoramos porque no las encontramos útiles. Las desechamos porque sólo nos interesan aquellas que nos digan si la felicidad está al norte, sur, este u oeste, para ir hacia allá. Y como no hay ese tipo de señales, nos las inventamos y empezamos a ver las señales que queremos a ver. Y es entonces que dejamos el camino “de” la felicidad para internarnos en el de “a” la felicidad.

Yo recorrí ese camino por aproximadamente 15 años. Hoy no lo recorro más. Y no lo hago porque aprendí a leer las señales.

Hoy, a estas alturas de mi viaje, cada día que pasa reconozco que mi niñez ha estado llena de señales que son en realidad frases espirituales disfrazadas con trajes mundanos, humildes y hasta profanos que llamaron mi atención pero que luego, cuando me hice adulto, olvidé.

Y una de las frases más poderosas es aquella que estaba escrita en la parte interior de la tapa de la canasta de madera que Cirilo, el panadero ambulante del barrio en el que viví mi niñez, tenía sobre su humilde carretilla.

La frase decía: “Hoy no fío, mañana sí.”

Conocedor de que el barrio estaba lleno de vecinos que llevaban pan con la promesa de pagar mañana y jamás pagaban o pagaban meses después y además haciéndose los ofendidos, Cirilo, que era pobre, se curó en salud colocando esta ingeniosa frase que mostraba a las clientes cada vez que alguna le pedía crédito:

“Hoy no fío, mañana sí.”

- “Ay, Cirilo –se quejaban las vecinas- tú nunca fías (das crédito)”.

A lo que él respondía que sí, que:

- “Sí fío, señora, sí fío, pero no hoy, ¡mañana sí!”

Y allí estaba siempre ese cartelito:

“Hoy no fío, mañana sí.”

- “Ay, Cirilo -se quejaban aún más las vecinas- eres un mentiroso”

Pero Cirilo no mentía. Por el contrario, era tal vez el único que hablaba con la verdad. El no mentía porque él siempre Prometía que, cuando llegue el Mañana, fiaría. Y claro, el mañana siempre era mañana… pero él cumplía con prometer y cobrar al contado pues su primera lealtad era con el alimento diario de sus hijos.

La astucia de Cirilo consistía en saber instintivamente que la promesa de fiar mañana es una acción y, como toda acción, sólo se podía dar en el momento presente. Y sabía también que él mañana prometido, cuando llegaba, se transformaba de inmediato en el momento presente y así sucesivamente, tal como es la Vida misma.

Y lo que nosotros no sabíamos era que Cirilo había descubierto la máquina del tiempo pero no lo notamos porque, como bien lo explicó alguna vez Eckhart Tolle, la dichosa máquina siempre, irremediablemente, terminaba aterrizando en el momento presente, el Ahora. Y para eso no hay salida. Y que bien que no la haya.

A Eckhart Tolle le tomó años décadas de depresión, estudios, viajes y reflexión que le condujeron a escribir sus obras El Poder del Ahora y Nueva Tierra, en las que concluyó que sólo sí vivimos sicológica y espiritualmente anclados al presente, podemos ser felices. Y Anthony de Mello solía decir en sus seminarios que él debía ser el idiota más grande que había conocido porque no se había dado cuenta de que el momento presente era la única forma de vivir la vida sino hasta después de 20 años de haber ejercido el sacerdocio.

A Cirilo, sin embargo, le había tomado mucho menos tiempo, tal vez, dos o tres fraudes de poca monta de parte de algunas vecinas tramposas y ya. Y le fue así de fácil porque su escasísima formación intelectual que había hecho de él un hombre convencionalmente inculto, le había salvado de algo peor, que era la deformación intelectual, con lo cual había salvado su Ser, su autenticidad. Y por eso, a pesar de ser un hombre con poca educación, era un hombre naturalmente sabio.

A mí me tomó 44 años comprender el poder de esta frase. A otros, más de cinco décadas, a muchos otros toda la vida y la mayoría quizás jamás la comprenda. A Cirilo, tal vez unas semanas.

Lo que no sabía el buen Cirilo (o tal vez sí) es que esta frase encerraba la sabiduría contenida en libros escritos por enormes maestros espirituales como Eckhart Tolle y Anthony de Mello y en los currículos de programas y talleres de liderazgo de organizaciones gigantescas como Landmark, Carnegie y otras: que la vida, la felicidad, las experiencias y las acciones sólo son posibles en el momento presente o el Ahora y por eso, si quiero ser feliz, “hoy no fío, mañana sí.”

Simple y poderosa, el “Hoy no fío, mañana sí” de Cirilo era el reconocimiento de que el pasado y el futuro son sólo conceptos que únicamente existen en la mente y que lo único real y verdadero es el Ahora, el momento presente, esta fracción de segundo que mi dedo se posa sobre la tecla para escribir punto, . y , y otro . y , otro .

Cirilo, que siempre estaba de buen humor, sabía que el dinero para alimentar a sus hijos le hacía falta Ahora y no mañana, y por eso todas las mañanas se levantaba generoso dispuesto a prometer que “hoy no fío, pero mañana sí”. ¿Y saben qué? ¡Siempre cumplió su promesa!

Hoy, 35 años después, descubrí que el cartelito del panadero del barrio contenía tanta sabiduría como una frase taoísta, budista o de Jesús (el maestro no el Dios) que el camino “a” la felicidad no existe y recorrerlo es como fiar el pan de Cirilo. La felicidad es una cualidad del camino y no un destino. Creer lo contrario es como si Cirilo hubiera fiado su pan y hubiese pretendido alimentar a sus hijos esa noche con las promesas de las vecinas.

Por eso, cada vez que me sorprendo a mí mismo sintiéndome poco feliz y esperando que lleguen “momentos mejores”, recuerdo el cartelito de Cirilo y le digo a la infelicidad, mirándole los ojos, cara a cara:

“Hoy no fío… mañana Sí.”

A partir de hoy, añado a la lista de mis obras favoritas sobre crecimiento espiritual entre las que están los libros escritos por J. Bucay, A. de Mello, E. Tolle, R. Tagore, Krishnamurti, etc., una pequeña y solitaria hojita en la que escribo únicamente una línea que equivale todos los libros de los autores citados:

“Hoy no fío… mañana Sí.” Por Cirilo.

martes, 24 de noviembre de 2009

Mentiras poco "piadosas"


El “error” es el nombre y pretexto preferido que muchos peruanos les damos a nuestros faltas, delitos y atropellos.
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Son ya de la sabiduría popular las frases que señalan al Error como algo propio del aprendizaje y una señal clara de que estamos actuando en la Vida, es decir, una oportunidad que se presenta para mejorar, reconociendo las fallas de un primer intento.

Y hay frases realmente hermosas como, por ejemplo una atribuida a Woody Allen que dice que “Si no te equivocas de vez en cuando, quiere decir, que no estás aprovechando todas tus oportunidades” u otra de Rabindranath Tagore “Si cierras la puerta a todos los errores, también la verdad se quedará afuera.” Y a ellas me adhiero.

Pero una cosa es cometer errores y hacerlos partes del aprendizaje y otra muy diferente robar, estafar, defraudar, mentir descaradamente, quitarle la vida a alguien, violar y luego, después de que se ha sido descubierto y puesto en evidencia pública, decir: “Sí, yo hice eso. He cometido un error”

Digamos las cosas claras. Uno cosa es el Error y otra la intención (dolo)

Cometo un error cuando llevo a cabo una acción que busca un resultado diferente o totalmente opuesto al que termino obteniendo y eso ocurre debido a que tuve una equivocada representación mental de la realidad al momento de actuar. Esto es, que un verdadero Error es siempre total y absolutamente no-intencional. Si estoy con un arma de fuego cargada y asalto a alguien y el arma se dispara, no es un error, es un delito, y es intencional pues lo que hice lo hice con lo que el derecho llama “dolo eventual”. Y por eso me hacen gracias esas cartas de personas que se disculpan de algo porque “se debió a un error involuntario.”

Lo terrible es que si uno enciende el televisor para ver uno de esos noticieros peruanos que yo llamo “Obituarios en vivo”, verá como los criminales avezados, violadores, ladrones de bancos, asesinos y políticos corruptos parecen seres iluminados que siempre, con un gesto de falso arrepentimiento frente a cámaras, confiesan haber cometido un “error”. No, eso no es un error, eso es Cinismo, o sea, descaro para mentir o cometer faltas y delitos, desvergüenza en defender o practicar actos ilícitos.

Y eso ha sido lo que hemos escuchado decir al cínico congresista Gustavo Espinoza quien mintió en la hoja de vida que presentó al Jurado Nacional de Elecciones, consignando que había cursado estudios en la Facultad de Ciencias Administrativas y Económicas de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega. Confrontado por la prensa, Espinoza admitió ante el referido medio que nunca pisó las aulas universitarias y argumentó que el haber consignado ese dato en su hoja de vida “obedece a un error administrativo”.

Harto ya de estar harto de este tipo de declaraciones desvergonzadas, busco en la web y encuentro una entrevista a Gustavo Espinoza que lo pinta de pies a cabeza, y en donde declara sin asomo de vergüenza que “en política, como en fulbo (sic) como en tu casa, si no recibes machete no andas… uno tiene que hacer siempre el clic con el pueblo.”

Es duro decirlo pero es necesario si queremos un país y un mundo mejor: el error es el nombre y pretexto preferido que muchos peruanos le damos a todas nuestros atropellos, faltas y hasta delitos. Y el congresista Espinoza es el hijo modelo de esa parte del pueblo que es cómo él, es decir, que nunca comete faltas sólo errores y, por lo tanto, los seguirá cometiendo.

Lo delicado de eso es que los que nos irritamos e indignamos ante este tipo de cosas, no somos capaces de ver la realidad que hay detrás de ello: si lo que dicen Woody Allen y Rabindranath Tagore sobre el Error es cierto (que es algo propio del aprendizaje y una señal clara de que estamos aprovechando nuestras oportunidades), entonces Gustavo Espinoza no mintió cuando dijo que la falsedad de sus estudios universitarios se había tratado de un Error.

Hay que leer entre líneas. Para Gustavo Espinoza, el error de Gustavo Espinoza no fue el haber mentido, sino el no haber sobornado oportunamente a las autoridades universitarias para que alteren los registros o mientan y digan que él sí estudió.

Admitir una falta es empezar a alinearse con Allen y Tagore. Admitir un error es alinearse con la desfachatez y la grosería. Y las consecuencias son muy diferentes.

Si admito mi falta, pido perdón, me arrepiento, me planteo un propósito de enmienda y, por lo tanto, me hago responsable.

Si sólo admito un error, no tengo nada de qué disculparme, no hay arrepentimiento porque “no fue mi voluntad”, no me propongo enmienda alguna porque no hay nada que enmendar sino al contrario, la próxima vez tendré que perfeccionar mi falta y, por lo tanto, no me hago responsable y sigo siendo un cínico, descarado, fresco, sinvergüenza y manipulador.

Cada vez que estemos a punto de “admitir un error”, pensemos si esas son los valores que queremos para nuestros hijos y para el Perú. No vaya a ser que mañana, los jóvenes de hoy terminen, “por un error involuntario”, abandonando a sus hijos y padres ancianos, maltratando a su cónyuge, falsificando documentos, mintiendo a la opinión pública y siendo elegidos para ser nuestros representantes en el Congreso. Una mentira es una mentira. Nunca un error.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

La tienda de la verdad


(Cuento de Anthony de Mello. Adaptación mía)

Este era un hombre muy rico, con un apellido ilustre, una educación impresionante, una familia de alcurnia, un prestigio social envidiable, pertenecía a los clubes más exclusivos del mundo, viajaba siempre en primera clase, sus hijos estudiaban en colegios exclusivos, en fin… era un hombre que había logrado obtener tanto en la vida y lo había hecho estudiando y trabajando duro, honestamente, que se sentía sinceramente bendecido por Dios y feliz.

Un día, el hombre -a quien le encantaba viajar- andaba de turista y caminaba paseando por la callecitas de la ciudad provinciana de otro país. Tenía tiempo y entonces se detenía algunos instantes en cada vidriera, en cada negocio, en cada plaza. Al dar vuelta una esquina se encontró de pronto frente a un modesto local cuya marquesina estaba en blanco, intrigado se acercó a la vidriera y arrimó la cara al cristal para poder mirar dentro del oscuro escaparate... en el interior, solamente se veía un atril que sostenía un cartelito escrito a mano que anunciaba: TIENDA DE LA VERDAD.

El hombre estaba sorprendido. Pensó que era un nombre de fantasía, pero no pudo imaginar qué vendían. Entró. Se acercó a la señorita que estaba en el primer mostrador y preguntó:

- Perdón, ¿esta es la tienda de la verdad?
- Sí, señor.
Así que aquí en este pueblucho vendían verdad. Nunca se había imaginado que esto era posible, llegar a un lugar y llevarse la verdad, era maravilloso.
— Ah! Qué bien! Buenas tardes, soy Juan de la Piedra y Mendoza, Arquitecto de paisajes.
— Mucho gusto, ¿qué tipo de verdad anda buscando? ¿verdad parcial, verdad relativa, verdad estadística, verdad completa?
— Verdad completa –contestó el hombre sin dudarlo. “Estoy tan cansado de mentiras y de falsificaciones”, pensó, “no quiero más generalizaciones ni justificaciones, engaños ni defraudaciones”. Yo sólo adquiero lo que es auténtico.
— Así que me llevaré la… ¡Verdad plena! –ratificó el hombre.
— Bien, señor, sígame.

La señorita acompañó al cliente a otro sector y señalando a un vendedor de rostro adusto, le dijo:

— El señor lo va a atender.

El vendedor se acercó y esperó que el hombre hablara.

- Vengo a comprar la verdad completa.
- Ahá, qué bien! pero, ¿el señor sabe el precio?
- No, ¿cuál es? –contestó rutinariamente- Dígamelo, estoy dispuesto a pagar el precio que sea –dijo, mientras sacaba la tarjeta de crédito y a la vez la chequera. En realidad, él sabía que estaba dispuesto a pagar lo que fuera por toda la verdad y tenía tanto dinero que realmente podía comprar lo que se le antojase.
- No! No se preocupe –dijo el vendedor- no queremos por ahora su dinero- Si usted se la lleva –dijo el vendedor mientras ponía sobre el mostrador una canasta de mimbre— el precio que ha de pagar es el siguiente: primero que nada, ponga en esta canasta sus nombres y apellidos, ¿cómo dijo que se llamaba? Pero, bueno, ya no importa. Ahora, ponga en ella también su tarjeta de crédito, su chequera, de hecho, ponga en ella todas las tarjetas y papeles que lleven su nombre, su licencia de conducir, su partida de nacimiento, su pasaporte, todo, sus carnés de membrecía, su partido político, su biblioteca, sus fotos de niño, sus networks, sus libros, sus empresas, su puesto de trabajo, todo, todo, no se quede con nada que no sea aquello con lo que usted llegó a este mundo...
El hombre obedecía angustiado, pues no tenía idea de cuál era el sentido de todo esto.
- Perfecto –prosiguió el vendedor- ahora su traje, su sombrero, sus pantalones, su ropa interior, de hecho, toda su ropa, su auto, el título de su casa, su diploma de arquitecto, su religión. Gracias. Y ahora, sus memorias, sobretodo los agravios y sus sueños de grandeza, déjelo todo, todo lo que usted adquirió desde el día en que nació y NECESITA para sentirse feliz... puesto que... no podrá volver a utilizarlos.

Y cuando el vendedor dijo esto último, un frío corrió por la espalda del hombre. ¡Nunca se había imaginado que el precio fuera tan grande!

- Pero… pero… -balbuceó- yo he venido a comprar la verdad completa… y usted me pide todo lo que tengo y he logrado en esta vida….

- Tranquilo- le dijo el vendedor- no se angustie, que usted podrá llevarse todo esto que ha puesto en la canasta cuando quiera… pero claro, para ello tendrá que devolver la verdad completa, aunque sin apuros… en esta tienda tenemos una política de retorno de nuestra mercancía a cambio del precio pagado de plazo indefinido. Aunque también tenemos una política de retorno del precio pagado sin que usted tenga que devolver la mercancía. ¿Cuál desea? ¿la primera o la segunda?

- Pues, la segunda, claro está! –dijo el hombre casi gritando de alegría- que había hecho millones de dólares en las bolsas de valores y había sido considerado el hombre negocios del año por varios años consecutivos.
- Bien, la segunda funciona así: el precio pagado se le devolverá cuando todo esto que dejó en esta canasta, usted ya no lo NECESITE para nada, absolutamente para nada de nada, ni tampoco las haya reemplazado con otras posesiones que cumplan la misma función.
- Pe… pero, no entiendo... si no tengo nada de esto y no las puedo reemplazar… ¿cómo voy a sobrevivir? y si ya no las necesito ¿para qué las quiero?
- Disculpe, señor, ese es el precio y esa la política de este establecimiento.
- Gra... gracias, disculpe... –balbuceó el hombre, frustrado. Se dio media vuelta, tomó todas sus posesiones y salió del negocio mirando el piso. Se sintió un poco triste al darse cuenta de que todavía no estaba preparado para traer a casa la verdad completa, de que todavía NECESITABA algunas mentiras donde encontrar descanso, sus nombres, sus apellidos, su ropa, su closet, su auto, su casa, su alcurnia, su titulo de arquitecto, su posición social, sus cargos, sus puestos, sus resentimientos, sus agravios, algunos mitos e idealizaciones en los cuales refugiarse, algunas justificaciones para no tener que enfrentarse consigo mismo.

- Quizás más adelante- pensó- quizás más adelante… tal vez, por ahora, sea mejor seguir... sobreviviendo.

martes, 6 de octubre de 2009

Botella al mar


Una botella al mar puede ser una palabra o un libro completo, un gesto o una canción, una caricia de amor o una revolución, pero en esencia es una gota de agua que echamos al océano con la esperanza de que no se seque, la gota y el océano, con la ilusión de que llegue a una orilla cualquiera y cure las heridas de la tierra, lave los pies de quien camina descalzo, o se evapore y transforme en ese milagro que llamamos lluvia.

Una botella al mar es, por ejemplo, el concierto de Juanes en la Habana y otra más es Miguel Bosé en ese mismo concierto, diciendo “La Guerra es una mierda. Los conflictos son una mierda.” ¿Alguien lo duda? Estoy seguro de que no, pero, si nadie lo duda, ¿entonces, qué hemos hecho en el pequeño mundo de nuestro entorno para que esa mierda a la que se refiere Bosé no sea una realidad que nos abofetea todos los días?
No hablo de ir a poner el pecho en el frente de, por ejemplo, el conflicto en Afganistán y terminar atrapado en medio del fuego cruzado. No. Hablo del algo más silencioso y pequeño, pero gigante en sus efectos, hablo del milagro del perdón simple y cotidiano. Pero no hablo de un milagro sobrenatural que estoy seguro Dios los hace muy pero muy pocas veces porque simplemente no los aprueba. Y lo siento mucho por los mercachifles de la fe, pero de veras creo que el único milagro posible es el del perdón.

Y de eso precisamente hablaba en estos días con tres personas a quienes quiero muchísimo y que dicen de sí mismas ser “muy amorosas” pero que viven atrayendo personas intolerantes incapaces de perdonar a sus vidas. Para ellas, la lógica de la frase “Atraemos lo que somos y no lo que queremos” no tenía sentido por eso mismo, porque la realidad les demostraba que “soy muy amorosa”, pero ese “amor” no les servía en absoluto para perdonar a un compañero de trabajo que le respondió con rudeza o indiferencia o al hombre o la mujer que les dejo hace algunos años.“Ya se – le dije a una de ellas- vas a llamarle y desearle que sea muy feliz con su nueva pareja” - y ella, boquiabierta y casi gritando, me respondió: “¿Cómo le voy a desear felicidad a alguien que me ha hecho tanto daño y se ha burlado de mi?”.

“¿Y qué paso? –le pregunté- ¿dónde está todo ese amor del que tanto hablas?”

Su respuesta fue un silencio total y luego un breve pero honesto: “Lo siento yo no he llegado a ese nivel de amor aún.”

Exactamente así y con mucha más claridad y gravedad, funcionamos los pueblos. Si alguna vez fuimos agredidos, vivimos atados por el resto de nuestras vidas a la cicatriz que esa herida dejó y a menudo la frotamos con una lija hasta irritarla. Y así, la cicatriz se convierte en lo único que nos identifica y lo llamamos orgullo nacional. Lo cierto es que, cuando no me regalo el milagro del perdón, dejo de ser el hombre o la mujer capaz de dar amor para convertirme en una masa amorfa de cicatrices y callos que al más leve contacto, incluso el de las caricias de aquellos que me aman, me hace gritar de dolor. Froto una y otra vez mis cicatrices impidiendo que nazca una nueva piel. ¿Cómo puedo volver a disfrutar del sol si cada día que pasa refresco mis heridas? ¿Cómo puedo sentir la suavidad de la yema de los dedos de mi mujer si soy una llaga?

Y esto es algo que nadie parece haber entendido, que el concierto de Juanes, Miguel Bosé, Olga Tañón, Silvio Rodríguez y otros en la Plaza de la Revolución de La Habana frente a un millón de personas es un acto de amor que busca curar las heridas, sin importar de qué bando sean. Pero el concierto no va a producir uno de esos milagros sobrenaturales sino uno más modesto, menos cinemático pero más hermoso y duradero. La medicina que usaron: la música, el lenguaje universal, un acto de amor, incondicional y puro, del cual puedes apropiarte en el Ahora pero no poseer, que no condiciona, no previene, no predice, no amenaza.

Lo que ocurrirá nadie lo sabe, pero la botella al mar ya fue echada. La música, una de las medicinas más milagrosas del espíritu, nace del pueblo y va hacia él. La gota de agua, para que no se seque, debe siempre volver al mar.

jueves, 17 de septiembre de 2009

La lección de don Armando Vera


Una de las verdades que he aprendido a lo largo de mi vida es que nadie ni nada de lo que existe en el universo está separado lo uno de lo otro[1] y que, por lo tanto, todo lo que le hacemos a alguien más o al planeta, bueno o malo, siempre nos retorna.

Hace dos días, mientras me preparaba para la reunión que tengo todos los martes con un grupo de cristianos sin denominación para estudiar la biblia, recordé uno de esos episodios de mi niñez que me hicieron ver en una acción humana, la aplicación de ese principio en los hechos cotidianos de la vida real, y que conservo en mi baúl de recuerdos más preciados. Se los voy a contar.

Cuando yo era niño, era peleón y lo era porque en mi ciudad, un puerto que albergaba a una sociedad machista y agresiva, había que saber defenderse. Entre mis buenos amigos estaba Armando Vera (o Armandito como le decía yo) con quien, como con todos, tuve tres o cuatro peleas sin consecuencias. Claro está que nos peleábamos por tonterías. Éramos sólo unos niños.

Lo cierto es que la segunda vez que nos peleamos, intervino el papá de mi amigo, don Armando. Cuando lo vi venir, me asusté mucho y pensé en correr pues me imaginé que él haría exactamente lo mismo que otros padres habían hecho en circunstancias similares, es decir, perseguirme, gritarme, insultarme y quejarse con mis padres. Pero, para mi sorpresa, don Armando, sin perder la calma ni la sonrisa, sólo nos separó, nos limpió la ropa, nos secó el rostro –sí, a los dos, a su hijo y a mi- y nos llevó abrazados a la tienda “del Mister” que era la bodega del barrio, mientras nos decía que por qué peleábamos, que nosotros éramos amigos y los amigos se querían entre sí y no se golpeaban, que ya que nos olvidáramos de la peleas, que nos diéramos la mano, un abrazo, y nos invitaba una gaseosa (soda) heladita y riquísima.

Esta acción, sin embargo, no produciría mucho efecto en ninguno de los dos, a corto plazo, pues después de reconciliarnos, nos volvíamos a pelear con una agravante: que yo, para herir más a Armando, haciendo gala de mi maldad infantil, mientras nos peleábamos, le decía: “¡Tu papá me invita gaseosa para que te pegue!” lo que enfurecía a Armando hijo y quien, estoy seguro, llegaba a casa y le contaba a su papá.

Pero don Armando nunca dejó de hacer lo que él sabía que era lo correcto y allí acabábamos siempre en la bodega “del Mister” tomando una gaseosa helada.

Y hoy, después tantos años, me vinieron a la mente esos pequeños momentos y me estremecí porque por fin entendía el significado de lo que don Armando había hecho.

Don Armando, en aquellas ocasiones, me dio varias lecciones que hoy me hacen ser un hombre feliz.

La primera fue la del perdón, ese milagro que lo cura todo.

Luego la de la compasión –en su definición budista-, ese milagro que hace que yo, más allá de mi enojo, pueda ver a otra persona más allá de su enojo, de sus golpes y de sus frases hirientes, como alguien que sufre y que sea capaz de amarle a pesar de todo.

Y finalmente, de manera clara y contundente, la del principio de la no separación. Y lo hizo mostrándome con actos concretos que el hecho de que yo no fuera su hijo no me hacía diferente de Armandito. El simple hecho de ser un niño como su hijo me ponía en el mismo nivel que él y me hacía merecedor de ese acto de amor.

Don Armando falleció hace varios años ya y lamenté no haberme dado cuenta antes de esto para poder decírselo. Así que, sin pensarlo, marqué el número de teléfono de Armandito, quien se hallaba atendiendo la llamada de uno de sus clientes, para contarle la manera tan hermosa como su padre había influido en mí.

No sé si Armandito, quien ahora es un hombre de más de 40 años, lo recordaba, pero me dio gusto compartir esto con él y decirle:

"¡Tremendo ser humano tu padre, Armando!"

Y a usted, don Armando, donde sea que se encuentre… gracias por una lección tan hermosa.


[1] Sí claro, es el llamado efecto mariposa que los chinos taoístas descubrieron hace más de 2000 años y unos “sabios” occidentales anunciaron como un “descubrimiento sin precedentes” hace menos de 50 años sin pagar derechos de autor.

domingo, 13 de septiembre de 2009

¡Me estoy convirtiendo en mi abuelo!


Soy muy curioso y me fascina explorar, desde mitos e ideas filosóficas hasta cómo reparar un radio y un televisor. Cuando era niño, los juegos que mis padres me compraban eran cubos mágicos y piezas plásticas de mecánica. También me regalaban algunos juegos con motor eléctrico como naves espaciales y autos de carrera y a control remoto, pero de estos me aburría a los pocos días.

Mis juegos preferidos eran confeccionar coloridas cometas, arreglar bicicletas, construir carropatines y despanzurrar los juegos eléctricos para arrancarles el motor e instalarlo en el barco de madera que había construido con pedazos sobrantes de madera de construcción.

Los carropatines eran algo así como los skateboards rústicos; carros que eran una lámina de 2 o 3 pulgadas de madera a la que le hacíamos un agujero en la parte delantera para instalarle un volante y dos pedazos de madera cruzadas atrás y adelante en cuyos extremos se colocaban rodajes que eran las ruedas. Los había de 3 y 4 ruedas. Jugábamos a las carreras de automóviles con ellos. Los más pequeños éramos los conductores y los más grandes el motor, es decir, que eran los que empujaban a la mayor velocidad posible. Construir carropatines era divertido pero hacer cometas lo era más porque se trataba de una mezcla de ciencia y arte, pues si los principios de aerodinámica, peso específico, equilibrio, contrapeso, no estaban bien aplicados la cometa no volaba o volaba borracha, dando tumbos. Y era arte porque la idea era tener la cometa más bonita y no había tienda que las vendiera. Las hacíamos. En forma de cruz, H, Estrella... las hacíamos.

Me vino a la memoria esto hoy por la mañana después de reparar un sofá, una cómoda, un agujero en la pared y una aspiradora en casa, que me hubiera costado más de 300 dólares en otro caso. Me vino a la memoria aquella vez que era un estudiante universitario que contaba las monedas y obtuve mi primer equipo de audio. Amante del canto, la música era y sugue siendo mi segunda piel. Y por eso, soñaba con tener un radio reproductor de casetes, el más barato pero simplemente no me alcanzaban las propinas que

esforzadamente me daba mi padre quien también pagaba los estudios universitarios de mi hermana y míos. Pero, el destino quiso que encontrara en la bodega de la casa de una tía económicamente acomodada un pequeño reproductor de casetes Toshiba descompuesto y partido en dos. Fue como ver el cielo. Lo llevé a casa y después de varios intentos, goma por aquí, goma por allá, uniendo este extremos del circuito con este otro... ¡el aparato funcionaba! Funcionaba y alli, en ese pequeño reproductor, pude escuchar por primera vez en mi vida a cantantes y músicos que aún me acompañan, Bob Dylan, Cat Stevens, Joan Baez, Silvio Rodriguez...

Dicen mis sobrinas que esta historia se las he contado al menos 30 veces, tal como lo hacía mi abuelo con las historias de su sufrida niñez, los maltratos de su padre, su fuga de la casa paterna a los 12 años para nunca más volver, su adolescencia desamparada, sus peripecias para casarse con Rosa, mi abuela, la persecución de una de las tantas dictaduras que ha tenido el Perú, sus amoríos y de cómo se hizo hombre. Santos Sabogal, mi abuelo, era un agente de aduanas y cuando no nos contaba sus historias una y otra vez, estaba haciendo o reparando un mueble o un equipo en casa. Sus anécdotas eran alucinantes y su vida llena de aventura. Sin padre ni madre a los 12 años de edad, aprendió a hacer de todo y no sólo sobrevivió sino que hasta formó una familia y crió 7 hijos, 3 hombres y 4 mujeres, la segunda de ellas, mi madre. Y por eso sabía hacer de todo y le encantaba contar sus historias. Así era él, único, valiente, pero sobretodo útil, muy útil… y repetitivo.

Por eso digo, Dios, me estoy convirtiendo en mi abuelo. ¡Útil y repetitivo!

sábado, 12 de septiembre de 2009

Sabiduría juvenil

La vida es un rio que fluye, algunas veces calmo y transparente, y otras, tormentoso y arrastrando rocas, lodo, troncos, animales muertos y personas. La alternativa que tenemos es: o fluir con ella, sortear los escollos, rodearlos y permanecer navegando o resistirnos al flujo, estacionarnos en medio de la corriente pretendiendo que no nos golpeen lo que trae el río y que el agua que bebimos ayer sea la misma que bebemos hoy y que beberemos mañana.

Conversaba esta mañana con mi sobrina Donatella (20 años) acerca del amigo de un amigo que hace poco tiempo se quitó la vida luego de haber estado 3 meses sin trabajo y estar a punto de incumplir por primera vez el pago de la cuota mensual del préstamo hipotecario de la casa de sus sueños, dejando en la miseria a su esposa y cuatro hijos de entre 4 y 11 años. Según mi amigo, además, su amigo había ido al doctor el que, por estar "un poco deprimido", le había recetado un anti-depresivo (Lexapro) que, según aparece en varias páginas de internet, ha terminado por llevar al suicidio a las personas que lo consumieron.

De esto me enteré ayer y me vinieron a la memoria varios casos de suicidio que he conocido a lo largo de mi vida como el de la famosa Mónica Santamaría en 1994[1] y no pude evitar preguntarme por qué y también para qué ocurren estas cosas.

Le conté de esto a mi sobrina porque, como todos los niños de su generación, ella admiraba a Mónica y una semana antes de su muerte, había estado en la playa Tortugas donde mi sobrina pasaba el verano. Se lo conté porque quise saber que había pensado o sentido y su respuesta fue que ella no entendía que significaba el suicidio pero que esa vez aprendió una nueva palabra. Sobre el amigo de mi amigo opinó que era un cobarde porque, me dijo, si no obtenía el trabajo que buscaba, pues se podría haber puesto a limpiar casas o cualquier otro tipo de trabajo y, claro, vender la casa de sus sueños y mudarse a vivir a un lugar mucho más modesto mientras llegaban tiempos mejores.

En dos palabras: adaptarse o resistirse. Adaptarse al cambio y vivir o resistirse al cambio y perecer. Y el amigo de mi amigo eligió perecer.

La conversación navegó hacia los miedos y cómo estos nos paralizan, y como la parálisis nos frustra, nos hace ansiosos, lo que nos paraliza aún más y nos da más ansiedad y luego angustia y depresión, y más parálisis y más depresión que, como bien lo explica Jorge Bucay, no es tristeza sino un estado de ruina interior (o sea, espiritual) que lleva al suicidio físico porque simplemente por dentro estamos en escombros, ya muertos.

Cumpliendo con mi papel de tío-papá, quise que Donatella entendiera el para qué de todo esto y le expliqué cómo las personas actuábamos solamente o por miedo o por amor, que el miedo ya sabíamos a donde podía conducir, que el amor lo hacía inevitablemente hacia la felicidad y que era nuestra elección hacerlo de una u otra manera.

Del miedo, le dije entonces, sólo se sale de una manera - ¿Cuál es esa manera?- me pregunto y yo le respondí –Pues, haciendo eso mismo que te causa miedo- Y añadí que esa era la única manera porque estar paralizado por el miedo es como estar en un callejón sin salida y me acordé entonces de lo que cuenta Bucay sobre un texto del humorista argentino Landrú en un dibujo donde un personaje dice:

"Si usted se encuentra en un callejón sin salida, no sea IDIOTA, salga por donde entró."

Atraemos lo que somos, o al menos lo que estamos siendo, le dije. Si nos apegamos a los bienes materiales y relaciones superficiales y descartables, terminamos llenado nuestro interior de escombros y desperdicios hasta que nuestro interior muere de sofocación. Y terminamos atrayendo lo que estamos siendo, incluida la auto-eliminación física como una extensión lógica de la auto-eliminación espiritual que ya hemos experimentado.

- ¡Como en El Secreto, tío! ¡La ley de la atracción!- dijo entusiasmada Donatella que hace poco había leído ese libro.

- Sí, claro –le dije- aunque ese libro no me gusta. Está demasiado enfocado en la obtención de riquezas y bienes materiales como sinónimo de felicidad.

Y para dejar bien clara mi crítica le pregunté: ¿Qué vas hacer si un día pierdes todas esas riquezas y esos bienes materiales como ocurrió en el caso del amigo de mi amigo?

Su respuesta inmediata fue:

- ¡Lees otro libro! Uno que te haga aprender a ser feliz sin todo eso que perdiste.

Es decir, adaptarse o resistirse, vivir o perecer. Y veo que mi sobrina tiene bien claro que ella elegiría vivir. Y se me ocurrió que en esta época del boom de los libros de autoayuda, emulando a Landrú, podríamos decir:

"Si el libro que leyó no le muestra la salida, no sea IDIOTA, ¡Lea otro libro!"

¿Y saben qué? Me sentí orgulloso y feliz.

La lección fue aprendida.

Lo único que no me quedó claro fue si fui yo quien le enseñé a ella o ella quien me la enseñó a mi.



[1] Conductora del exitoso programa infantil Nube Luz quien en 1994, a los 21 años de edad, se quitó la vida de un disparo, luego de un período de fama internacional acompañada de estrés y depresión.





viernes, 28 de agosto de 2009

Juanes en Cuba, o la alegoría del poeta

Hace ya más de 10 años, cuando vivía en Nueva Delhi, India, cayó en mis manos una revista de la Universidad Neruh que contenía un hermoso texto de Rabindranath Tagore[1], “La religión de un poeta”, escrito hace ya casi 100 años, en el que nos regalaba una alegoría preciosa sobre el verdadero poeta.

De todo el texto, hubo un par de párrafos que quedaron incrustados para siempre en mi alma y aquí se los transcribo:

“He deducido que el público exige una explicación de mi parte, por haberme atrevido a fundar una escuela, siendo poeta. Forzoso es admitir que el gusano de seda que hila y la mariposa que flota en el aire representan dos etapas distintas de la misma existencia. El gusano de seda parece gozar de un crédito a favor en el Banco de la naturaleza, de acuerdo con la cantidad de labor realizada. Y la mariposa parece carecer de responsabilidad; en ella todo simboliza lo fútil y superfluo, y la danza grácil de sus alas parece acompasar su ingravidez. ¿Quizá se reúne, a la luz de un rayo de sol, con algún atesorador de colores que, sin que me importe en absoluto los libros de finanzas y contabilidad, domina en cambio el difícil arte del derroche? (…)

El poeta puede ser comparado a la inconsecuente mariposa. También él intenta convertir en poema los alegres colores de la creación. ¿Por qué iba a dejarse atar por el deber? ¿Por qué iba a rendir cuentas a los que sólo pueden valorar su producción según criterios de utilidad? "

Desde entonces, he traído innumerables veces esta alegoría a mis conversaciones, pero nunca se me había presentado la oportunidad para escribir algo sobre ella. Hasta ahora.

Les cuento.

Hace poco estuve en Cuba. Y no hice un viaje 5 estrellas ni nada parecido. Estuve allí y me mezclé con la gente. Viajé en guagua y máquina, caminé por Habana Centro y Habana Vieja, El Vedado y visité varias ciudades por cuyas calles también caminé y me detuve a hablar con los amables paisanos. Fui a los conciertos y recitales de jazz cubano y las matinés en las casas de la cultura. Cuba es un país hermoso y su gente es cariñosa, alegre, festiva, amable, artística, instruida y vive ansiosa por disfrutar más de lo que ocurre en el mundo, más allá de sus fronteras. No pretendo dar una opinión política aquí sobre el régimen cubano sino simplemente contarles que un trozo muy grande de mi corazón se quedó en Cuba, con su gente.

Y hoy, a duras penas 2 meses de haber vuelto de esa hermosa isla, me entero que Juanes había anunciado un concierto en Cuba, “Paz sin fronteras”, para el 20 de setiembre en la Plaza de la Revolución, en la Habana, para cantarle al pueblo cubano y promover la paz, la humanidad y la tolerancia. Y a él se han sumado Olga Tañón y Miguel Bosé, a quienes junto con Juanes admiro más que nunca.

La decisión de estos artistas, sin embargo, ha desatado una polémica feroz con amenazas de boicots a la difusión de su música. Compañías poderosas ha preferido no auspiciarlos y estaciones de radio y televisión les han amenazado con no propalar su música para causarles daño financiero. Pero, los artistas no se han asustado y se han mantenido firmes en su decisión y Juanes ha asegurado inclusive que él mismo pagará 300,000 dólares para cubrir los gastos del concierto que ofrecerá el 20 de septiembre en La Habana.

Yo respeto a los unos y a los otros. Pero, para mí, la decisión de Juanes, Olga y Miguel es, por encima de todo, un acto de amor.

Ricardo Arjona, sin embargo, quien había anunciado un concierto en Cuba para enero de 2010, informó que había frenado toda posibilidad de cantar en Cuba “no por el temor de lo que se diga ni de las repercusiones que esto pueda tener, sino por no faltarle el respeto a la gente generando un circo alrededor de esto, que parece ser más importante para algunos que el concierto mismo".

A mí, honestamente, no me convence Arjona. Por el contrario, me entristece.

Me gustaría decirle que “qué bien escribes sobre el amor, Ricardo”, pero también no te vendría mal vivir tus canciones porque “Jesús es verbo y no sustantivo; “la iglesia se lleva en el alma y en los actos no se te olvide (…) porque hablar y escribir sobre Jesús es redundar, sería mejor actuar...”

Para muchos de los que te admiramos, Ricardo, lo que escribes “… es más que una simple y llana teoría (…) lo que allí está escrito se resume en amor vamos, ve y practícalo” porque “Jesús -Ricardo- es verbo, no sustantivo”.[2]

Queda claro, trayendo a colación la alegoría de Tagore sobre el poeta, cuál de estos artistas vuelan como mariposa sin que le importe en absoluto los libros de finanzas y contabilidad y domina en cambio el difícil arte del derroche, y cual nos hace sospechar que prefiere mantener su crédito, someterse al “qué dirán” y “rendir cuentas a los que sólo saben valorar su producción según criterios de utilidad”.

"El gusano de seda que hila y la mariposa que flota en el aire representan dos etapas distintas de la misma existencia", escribió Tagore hace casi 100 años.

Gracias Juanes, Olga y Miguel, por ser mariposas. Les juro que nunca más piratearé sus discos.

Con amor, de mariposa a mariposa.

[1] Rabindranath Tagore (186-1941), primer escritor asiático (indio bengalí) que obtuvo el premio Nobel en Literatura en 1913, literato, artista, músico, compositor, educador y filósofo.
[2] Fragmentos de canción “Jesús verbo, no sustantivo” de Ricardo Arjona. Para ver letra completa de la canción, ir a: http://letras.terra.com.br/arjona-ricardo/2185/

sábado, 1 de agosto de 2009

Guia de bolsillo para resolver conflictos sin causar drama

Después de una semana de debate intenso -donde abundaron los adjetivos y las amenazas de denuncias, horas de debate en televisión y argumentos sesudos- sobre un incidente que envolvió a un sargento de la policía, un profesor universitario y el presidente de los EEUU, el presidente invitó a los otros involucrados a tomarse una cerveza y tener una charla para dejar el hecho pasado en el pasado. Punto. Ninguno hizo una lista de ofensas recibidas ni buscó tener la razón. Simplemente decidieron conocerse en persona para ver que los 3 eran - y son- buenas personas.


La crisis fue desatada por el arresto de un profesor negro por parte de un oficial blanco seguida por declaraciones fuera de lugar por parte del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que calificó de "estúpido" dicho arresto.
La crisis no era tan simple como parece, pues en él había 500 años de conflictos raciales, los primeros 300 de ellos de esclavitud, es decir, mucho sufrimiento y ofensas acumuladas. Pero fue resuelta sin drama. Sin egos. Y no sólo conversaron, sino que el profesor y el policía hasta dieron un paseo por los jardines cada uno con sus familias lo que fue una forma de decir "hey, tu y yo no somos diferentes ni somos contendores. Somos padres amorosos"
Entre "tener la razón", hacer uso de su poder o de la ley o de su papel de víctimas y desatar campañas los unos contra los otros, los 3 actores eligieron convertir el incidente en -tal como le llamó el presidente Obama- un "momento de enseñanza" para la nación...
... y "acordaron no estar de acuerdo con lo que ocurrió."
¿Tiene sentido esta frase? ¿A quién le importa?
¿Que ninguno recibiò disculpas del otro? ¿A quién le importa?
Lo que importa es, como dijo el mismo oficial de policía en una conferencia de prensa, que:
"Todos hemos acordado mirar para adelante y no para atrás" y "hemos acordado ir más allá de esto". Es decir, la lección, lo que importa es la lección.
Y estoy seguro que cada uno de los 3 ha aprendido la suya y por ello han sido capaces de sentarse juntos para filmar estos dos pequeños videos que yo llamo:
"Guia de bolsillo para resolver conflictos sin causar drama".
Este desenlace -que detesta la prensa amarilla- viene como anillo al dedo para ilustrar aquello que escribí sobre "Aprenda a resolver conflictos políticos sin causar sufrimiento ni derramar sangre" refiriéndome al caso de la crisis de Honduras con el propósito de resaltar cómo los egos de los politicos -y de las personas en general- sólo conducen a empeorar una crisis y a crear un drama más grande allí donde ya es bastante:

viernes, 31 de julio de 2009

La crisis de Honduras: duelo de Egos


La crisis de Honduras ya lleva 60 días. Pero va a acabar. Por las malas o por las buenas. Es decir, como siempre, a balazos, o como nunca, por el éxito de las negociaciones.

En todo caso, para todos nosotros, la crisis de Honduras es un escenario vivo donde observar la conexión que existe entre política y espiritualidad.

La política

Digamos que la política es la actividad humana mediante la cual se toma de decisiones en las organizaciones de gobierno. O simplemente, la manera de alcanzar objetivos o, más precisamente, la manera cómo las personas (gobernantes y líderes de la oposición) alcanzan objetivos. Y se entiende que éstas, las personas que gobiernan, deciden cursos de acción para -tal como por ejemplo lo reza el preámbulo de la propia Constitución hondureña- propiciar:

“… las condiciones para la plena realización del hombre, como persona humana, dentro de la justicia, la libertad, la seguridad, la estabilidad, el pluralismo, la paz, la democracia representativa y el bien común”

Es decir, para que los pueblos sean felices. Al menos yo, y aun cuando la felicidad depende en última instancia de uno mismo, si viviera en un país en donde se privilegia realmente estos principios, sería más fácil para muchos ser feliz.

Lo central, en todo caso, es que la política es una manera de hacer las cosas, que está a cargo de las personas y que lo realmente importantes es que los gobernados tengan una vida feliz.

Espiritualidad y religión

Espiritualidad no es religión. Ser espiritual para mí es estar en identificado con el Ser interior y no con la mente, con esa energía o soplo de vida que es lo primero que tenemos en común con todos los seres vivientes.

Puedo ser religioso sin ser espiritual, tal como lo demuestran todas las guerras religiosas (cruzadas, guerras santas) y pontífices, sacerdotes y pastores de todas las religiones. Puedo ser religioso y pasar una vida entera dando más importancia a los rituales, las jerarquías y las formas de una iglesia, y olvidando lo más importante: la felicidad de la humanidad. Puedo ser fantásticamente religioso y pobremente espiritual.

Puedo vivir identificado con lo que creo que soy o con lo que realmente Soy. Puedo vivir identificado con mi mente o con mi Ser. En el primer caso, me sentiré separado de todos y todo y en el segundo, me sentiré unido a ellos. El hallarme parado en uno u otro lado hará que tenga una mayor o menor riqueza espiritual.

Puedo atarme con cadenas a mis creencias políticas y defendiendo a diestra y siniestra mis preferencias y tendencias ideológicas, es decir, mis ideas. O puedo soltar las cadenas y aceptar que las ideas son la herramienta y no el propósito ni lo más importante.

Puedo vivir atado a mi Ego, creación de la mente humana y no ser otra cosa que mi pequeño Yo, posesivo, controlador, limitado, incontestable y, sobretodo, infalible.

Ego y política

Identificado con el mundo de las ideas, el Ego hace vivir al ser humano que lo sufre en un mundo de ilusión en el cual el Ego “nunca se equivoca” y siempre “tiene la razón”.

Hijo de la mente, el Ego, cuando se apodera de las personas, les da una identidad temporal (somos mortales y, por ende, toda identidad es ilusoria y temporal), hace creer que ellas son aquello que piensan o aquello que creen y bloquea la conexión de sus pobres víctimas con su verdadero Ser, esto es, su dimensión espiritual.

Por ello, cuando domina el Ego, la persona se siente, entonces, separada de todo el resto de la creación, inclusive de individuos de su misma especie. Y el mundo, el país, la ciudad, el barrio, el círculo de amigos y hasta la familia e convierten en ambientes hostiles donde sólo existen amenazas. Madre de las ideas, la mente –órgano creado para ser una herramienta de supervivencia del cuerpo físico y nada más- se mueve a sus anchas, sin restricciones. El Ser, el Espíritu, aquello que nos une con todos los demás –al menos los humanos – queda preso de la cárcel que el Ego ha construido para él.

Por ello, cuando los políticos dominados por su Ego participan en
una negociación, es imposible que esta negociación dé frutos.

Pero claro, el Ego no puede negociar, porque negociar es transigir, es decir, consentir, ceder, renunciar a parte de mi “tengo la razón” para llegar a un acuerdo que nos deje satisfechos a ambos (cuando escribo “ambos” no hablo de Micheletti y Zelaya, sino del pueblo hondureño artificialmente dividido en pro-uno y pro-otro).

El Ego no puede negociar porque el conflicto lo creo él mismo y porque lo que se negocia aquello que lo alimenta. No se le puede dar pedir al pirómano que sea el encargado de apagar el incendio.

Pero ¿Qué se negocia?
Lo diré: se negocia posiciones mentales, razones, pensamientos, representaciones subjetivas de la realidad, listas inacabables de ofensas recibidas… en Honduras, los límites de sus diminutos Egos y de los de su círculo inmediato.

Pero esto no es privativo de los hondureños. Es la historia de la Humanidad. Se negocian la subjetividad, las posiciones mentales y las razones de cada cual.
Las crisis –o dramas- se inician así, como consecuencia de posiciones mentales en colisión y, por ende, la única manera de resolverlas es cuando ambas partes “dejan de tener la razón”.

Pero como siempre los Egos en contienda están tan ocupados en defender su posición, que es necesario contar con terceros para que los acerquen mediante sus buenos oficios o mediación. Los que hacen esto son facilitadores de las negociaciones cuyo único propósito, digámoslo así, es evitar sufrimiento a los pueblos.

En el caso de Honduras, a pesar de que Michelletti y Zelaya invocan la paz, la democracia y el bienestar del pueblo hondureño, lo único que queda claro es que lo único que se negocia es: ¿Quién tiene la razón? ¿Quién ofendió primero? ¿Quién quebrantó el Estado de derecho? ¿Cuál propuesta política es mejor?

Ambos han elaborado–y podrían nunca acabar- una lista de ofensas recibidas y han echado a andar sendas campañas para demostrar que ambos “tienen la razón”. Se hacen acompañar por masas bulliciosas, utilizan la fuerza para acallar voces, levantan condenas internacionales y se denuncian mutuamente en todos los foros, nacionales o internacionales que les es posible.

¡Perfecto! ¡Qué maravilla! Los dos demuestran al Mundo que “tienen la razón”.

Pero cómo uno no le reconoce al otro su razón, entonces, le amenaza, le denuncia, le muestra que le puede destruir, le infunde miedo, le hace la vida imposible.

Ambos se sienten dueños de la “verdad”.

Sus egos les dictan el libreto y entonces se llama a la insurrección, se reprime, se dice frases como “¡Jamás permitiré que….!” y otras para consumo de sus seguidores. Se llama a gritos a la violencia, a la solución de siempre.
La solución de siempre.
Hoy, 31 de julio de 2009, la prensa anuncia actos de violencia.
¿Hasta donde más se va a llegar? ¿Cuántos hermanos hondureños deben morir?

¿Cuánto sufrimiento es necesario?
¿Cuál debe ser –en la mente de estos señores- el costo humano de “tener la razón”?

¿Cuánto sufrimiento es necesario para que uno de ellos “tenga la razón” o mientras deciden “quién tiene la razón”?

¿Cuántos féretros para que sus Egos queden satisfechos?”

¿Nos hemos puesto a reflexionar en que, quien sabe, ambos tienen una parte de la verdad, pero que al final eso no importa porque están olvidando aquello que es lo realmente importante?
¿Lo sabemos nosotros?

Yo intentaré una respuesta: lo importante son los Seres humanos, su paz, su tranquilidad, es decir, su derecho a tener una Vida Feliz. Recuerden, el preámbulo de la Constitución hondureña.
Y pregúntese, señor Zelaya. Pregúntese, señor Michelletti:
¿El pueblo hondureño es está feliz con todo esto?
¿Se siente realizado?

¿Realmente creen que la violencia que amenaza desatarse crea “… las condiciones para la plena realización del hombre, como persona humana, dentro de la justicia, la libertad, la seguridad, la estabilidad, el pluralismo, la paz, la democracia representativa y el bien común?”
¡No pueden estar tan enajenados de la realidad!

¿Cómo pasarán a la Historia?
Tal como van las cosas, señores Micheletti y Zelaya, ustedes no sólo están demostrando a su pueblo y al Mundo lo limitado de su Ser y lo pequeños que están siendo como Personas sino que, además, están dejando pasar una fabulosa oportunidad para pasar a la Historia.

¿Qué dijo? ¿Pasar a la Historia?
¿Cómo?
Muy simple: transigiendo, dejando de hacer listas de ofensas recibidas, de tener la razón y cediendo su parte de la verdad.

En una región donde las diferencias políticas e ideológicas se han resuelto siempre mediante el uso de la fuerza y la violencia, un acuerdo entre ustedes sería una especie de clase magistral dirigida a los hondureños y el Mundo, sobre:

“Aprenda a resolver conflictos políticos sin causar sufrimiento ni derramar sangre”

Y si lo hubieran hecho a los pocos días del inicio de la crisis, hubieran podido añadir:

“… en 15 días.”

Ustedes y Honduras, entonces, terminarían re-escribiendo los textos de Ciencia Política y los hondureños podrían hasta ser líderes espirituales de la política mundial.

¿Realmente no pueden ver esta oportunidad que les ofrece la Vida?

Sus nombres serían mencionados junto con los de otros líderes de la historia que eligieron “no tener siempre toda la razón” y evitaron sufrimientos a sus pueblos. Miren los nombres, no son poca cosa, son Mahatma Ghandi, Nelson Mandela y Martin Luther King Jr., aunque, más exactamente, ustedes se parecerían a F.W. de Klerk, el último presidente de la Sudáfrica racista, quien, entre resistirse al cambio y negar la realidad de una Sudáfrica en transformación, rechazó las medallas y condecoraciones y eligió “no tener la razón” para ahorrarle terribles sufrimientos y miles de muertos a su pueblo.

Gandhi, Mandela y Luther King Jr. han pasado a la historia como líderes espirituales de la Humanidad.

Y F.W de Klerk compartió el Premio Príncipe de Asturias y el Premio Nóbel a la Paz con Nelson Mandela.
(Foto: F.W. de Klerk)
Después de todo, señores Micheletti y Zelaya ¿se han dado cuenta de que ustedes no son diferentes el uno del otro? ¿Y que tampoco son diferentes de los bárbaros gobernantes del pasado en sus métodos de solución de conflictos?

¿Ustedes, señores Michelletti y Zelaya, como qué pasarán a la Historia?

Al final de este drama, ¿Qué podio compartirán?

miércoles, 29 de julio de 2009

¿Puede la polìtica ser espiritual?


Hay dos tipos de personas que responderán con un "No" rotundo: los espirituales identificados con una religión y los prácticos o realistas, como a ellos les gusta llamarse.

Frases como "La política es cochina y sucia", "No me interesa la política", "Soy apolítico" y "La política es corrupta" son sus expresiones más comunes y las repetirán para convencerse de que ellos son diferentes.

En algunas ocasiones, haciendo algunas preguntas inteligentes, se puede abrir una conversación pero ésta, por lo general, acabará en agresiones verbales y vaticinios de condenas eternas en el infierno.

Yo siempre he sospechado, sin embargo, que entre política y espiritualidad hay un nexo muy fuerte y cercano y que es necesario hablar de ello. Así, con el paso de los años me fue quedando claro que la espiritualidad podía ser política y la política espiritual. Había, simplemente, que observar el mundo, reflexionar fuera del reglamento y transgredir límites.

En esa búsqueda, hace poco descubrí un blog que me gustó mucho y que, de alguna manera, reunía en una sola propuesta dos de los temas que hoy atraen mi interés con mucha fuerza: Espiritualidad y Política:

http://espiritualidadypolitica.blogspot.com

A algunos les parecerá que ambas palabras juntas no pegan ni con goma. Y yo les digo que sí, que sí pegan, sólo que para que lo hagan debemos primero cambiar de pegamento, pues el que hemos venido usando no sirve.

Se que les va a parecer chocante, pero lo diré:

... el viejo y caduco pegamento es... las ideas y creencias de todo tipo que hemos absorbido desde niños y que jamás nos hemos cuestionado para confirmarlas o desecharlas.

Basta mirar la historia de la humanidad para ver como esa creencias en forma de ideologías, convencionalismos, tabúes, sometimiento dogmático a normativas absolutistas, o preconceptos pre-juiciosos, nacionalismos, legalismos, sumisión al culto, ritualismos y fanatismos religiosos, han ocasionado desigualdad, guerras y terribles sufrimientos a la especie humana, conquistas genocidas, exterminio de razas y extinción de especies, encontrándose ahora en peligro la supervivencia misma de la especie humana.

(Foto: Padre Valverde mostrando la cruz a Atahualpa, en Cajamarca, en lo que sería el inicio de la captura del Inca, la conquista y la catolización del mundo Andino. Tal vez este dibujo sea la imagen gráfica más clara para los peruanos de los sufrimientos causados a la Humanidad por una de las expresiones de la vieja y sectaria espiritualidad unida a la política: una civilización productiva y con dignidad de 12 millones de seres humanos en el siglo 16, reducida a menos de 1 millón en 300 años.)

¿Cuántos de nosotros nos hemos detenido un segundo y cuestionado esas creencias? Algo muy nocivo debe haber en ellas para que hayan producido tanto sufrimiento.

A este blog llegué, curiosamente, a través de otro blog:

http://cosmovisionintegral.blogspot.com/

No he podido leer todas las entradas de dicho blog –que superan las 1000- pero sí algunas que creo expresan la visión de sus creadores, tal como yo la entiendo:

Espiritualidad y política están estrechamente ligadas, pues ambas están ligadas a "cuestiones fundamentales" de la vida.

Los artículos allí publicados resultan interesantes y enriquecedores pues, partiendo de una concepción no religiosa ni sectaria de la espiritualidad, nos dan criterios y herramientas nuevas para mirar y concebir la política.

Aquí les dejo un texto del blog Espiritualidad y Política que encontré en el blog Cosmovisión Integral, dado que no pude hallarlo en la fuente:

http://cosmovisionintegral.blogspot.com/2007/04/espiritualidad-y-poltica.html -

Espero sus comentarios:

"Hablar de religión o política hoy en día en una forma fácil de conseguir que tu interlocutor se enfade contigo. Normalmente la gente ya tiene una decisión de antemano sobre estos tópicos, está intensamente involucrada en sus creencias sobre espiritualidad y política, y por ello sus emociones al respecto son tan intensas. Pero en el ámbito de lo interpersonal, en le reino de cómo nos relacionamos con el otro como seres sociales, no hay áreas más importantes que las de la espiritualidad y la política. En una ocasión, Paul Tillich definió lo "espiritual" como lo relacionado con "cuestiones fundamentales", ¿y cómo las cuestiones fundamentales no iban a ser parte de cualquier discusión importante?. Por otra parte, y en lo que se refiere a la política, la definición más famosa de los seres humanos dice sencillamente que "los humanos son animales políticos", y el término "político" significa en sí mismo lo que nosotros, los seres humanos, hacemos en la polis, un colectivo "estar juntos" en una comunidad que es tan fundamental para cada individuo. Si hubo buenas razones para que todas las naciones modernas y liberales diferenciaran iglesia y estado, espiritualidad y política, aún hay mejores razones para reunirlas en una discusión ahora libre ya de toda fuerza e imposición, guiada ahora por una invitación abierta a enriquecer cada una a la otra en estas dos áreas tan cruciales. Juntando ambos, el espíritu y la política, en un dialogo continuado y abierto crearía un dialogo político de un interés fundamental, interés por cada uno de nosotros, interés e inquietud por el planeta, interés por todos los seres vivos, interés en el Espíritu mismo."

lunes, 20 de julio de 2009

El juego de la vida... de lo importate que es ser leal con uno mismo

Dice Jorge Bucay (*) que las personas, si queremos ser felices, debemos vivir en armonía con tres verdades fundamentales e inquebrantables que él llama Verdad Montaña, Verdad Río y Verdad Estrella (**).

La Verdad Montaña, aquella que nos define en el Mundo es muy simple: “Lo que es, es. Y puede traducirse también como La vida es lo que es y, por lo tanto, Yo soy quien soy y Tú eres quien eres…”

Es decir, conocimiento de uno mismo y aceptación.

La Verdad Río, aquella que nos ayuda a ir por la Vida con fluidez, es también muy simple: “Todo lo bueno que me ocurre no es gratis, hay un precio que he pagado, estoy pagando o pagaré por ello y, por lo tanto, me lo merezco.”

Esto es, aceptación de que yo soy el único responsable de lo que me ocurre, el fin de la dependencia, del control, la manipulación, el auto-sabotaje y la auto-flagelación.

Finalmente, la Verdad Estrella, aquella que aún en las noches más oscuras, nos mostrará esa pequeña luz al fines del túnel: “No hago lo que no quiero”, y si hago lo que no quiero, debo tener presente que voy a pagar por ello, generalmente con una pérdida de autoestima. Y si no lo hago, también pagaré, generalmente con una pérdida de la estima de los demás. Esto es, autenticidad y lealtad con uno mismo.

Ahora, les invito a ver este video, antes de seguir leyendo. No se concentren en juzgar a Chávez y alabar al niño ni se metan en la discusión política, sólo enfóquense en lo que allí ocurre a la luz de estas 3 Verdades de las que habla Bucay.

Este niño, que nada sabe de filosofía ni de libros de autoayuda ni de espiritualidad, es un ser espiritual puro. Y no hace esfuerzo alguno para ello. El vive en armonía con su ser interior y responde de la única manera que conoce, con autenticidad: No voy a la escuela porque en mi pueblo no hay escuela. No hay nada. Punto.

El niño no está aún contaminado con la educación formal que nos enseña que es mejor complacer a los adultos y poderosos antes que ser leal con uno mismo, que nos enseña que es bueno traicionarnos a nosotros mismos si de complacer a un poderoso se trata.

Y ahora vean este otro y no se enfoquen en el hecho de que las relaciones amorosas son privadas sino en la actitud de la mujer:

Una propuesta matrimonial de este tipo, copiada claramente de los bodrios hollywoodenses más cursis, es por encima de todo un acto terrible de manipulación. Ella se toma el rostro una y otra vez, siente la presión, el silencio del público es un grito que quiere una telenovela con final feliz. Ella ya ha pasado por la educación formal contaminante y sabe que un Sí o un No tendrán precios atados a ellos que pagar, no sabe qué hacer y, finalmente, por su bien, decide que No, así sea la bruja de la película, decide ser leal con ella misma.

El hombre, por su parte, tampoco es un idiota. Asumamos que él sinceramente amaba a esa mujer y quería vivir el resto de su vida con ella. Eso no lo hace un idiota. El amor es lo más hermoso y el hizo algo hermoso. Quiero a esa mujer, se dijo y no estoy totalmente seguro si me dirá si, pero allá voy, voy a arriesgarlo todo, absolutamente todo, porque es la única manera que existe de ganarlo también todo.

Aunque claro eligió el peor momento y lugar y un arma que debería estar vedada en las relaciones románticas: la presión en forma manipulación emocional.

En ambos casos, el hombre enamorado y Chávez jugaron las cartas que tenían. Ni bueno ni malo. Y la mujer y el niño jugaron las suyas, ni bueno ni malo.

Porque al final, de eso se trata, de jugar el juego de la vida desde la autenticidad de nuestro ser y arriesgándolo todo para, quien sabe Sí o quien sabe No, ganarlo todo.

(*) Psicoterapeuta argentino, cuentacuentos empedernido y autor de varios libros de auto-ayuda.
(**) Bucay, Jorge. Cuentos para pensar.