sábado, 12 de septiembre de 2009

Sabiduría juvenil

La vida es un rio que fluye, algunas veces calmo y transparente, y otras, tormentoso y arrastrando rocas, lodo, troncos, animales muertos y personas. La alternativa que tenemos es: o fluir con ella, sortear los escollos, rodearlos y permanecer navegando o resistirnos al flujo, estacionarnos en medio de la corriente pretendiendo que no nos golpeen lo que trae el río y que el agua que bebimos ayer sea la misma que bebemos hoy y que beberemos mañana.

Conversaba esta mañana con mi sobrina Donatella (20 años) acerca del amigo de un amigo que hace poco tiempo se quitó la vida luego de haber estado 3 meses sin trabajo y estar a punto de incumplir por primera vez el pago de la cuota mensual del préstamo hipotecario de la casa de sus sueños, dejando en la miseria a su esposa y cuatro hijos de entre 4 y 11 años. Según mi amigo, además, su amigo había ido al doctor el que, por estar "un poco deprimido", le había recetado un anti-depresivo (Lexapro) que, según aparece en varias páginas de internet, ha terminado por llevar al suicidio a las personas que lo consumieron.

De esto me enteré ayer y me vinieron a la memoria varios casos de suicidio que he conocido a lo largo de mi vida como el de la famosa Mónica Santamaría en 1994[1] y no pude evitar preguntarme por qué y también para qué ocurren estas cosas.

Le conté de esto a mi sobrina porque, como todos los niños de su generación, ella admiraba a Mónica y una semana antes de su muerte, había estado en la playa Tortugas donde mi sobrina pasaba el verano. Se lo conté porque quise saber que había pensado o sentido y su respuesta fue que ella no entendía que significaba el suicidio pero que esa vez aprendió una nueva palabra. Sobre el amigo de mi amigo opinó que era un cobarde porque, me dijo, si no obtenía el trabajo que buscaba, pues se podría haber puesto a limpiar casas o cualquier otro tipo de trabajo y, claro, vender la casa de sus sueños y mudarse a vivir a un lugar mucho más modesto mientras llegaban tiempos mejores.

En dos palabras: adaptarse o resistirse. Adaptarse al cambio y vivir o resistirse al cambio y perecer. Y el amigo de mi amigo eligió perecer.

La conversación navegó hacia los miedos y cómo estos nos paralizan, y como la parálisis nos frustra, nos hace ansiosos, lo que nos paraliza aún más y nos da más ansiedad y luego angustia y depresión, y más parálisis y más depresión que, como bien lo explica Jorge Bucay, no es tristeza sino un estado de ruina interior (o sea, espiritual) que lleva al suicidio físico porque simplemente por dentro estamos en escombros, ya muertos.

Cumpliendo con mi papel de tío-papá, quise que Donatella entendiera el para qué de todo esto y le expliqué cómo las personas actuábamos solamente o por miedo o por amor, que el miedo ya sabíamos a donde podía conducir, que el amor lo hacía inevitablemente hacia la felicidad y que era nuestra elección hacerlo de una u otra manera.

Del miedo, le dije entonces, sólo se sale de una manera - ¿Cuál es esa manera?- me pregunto y yo le respondí –Pues, haciendo eso mismo que te causa miedo- Y añadí que esa era la única manera porque estar paralizado por el miedo es como estar en un callejón sin salida y me acordé entonces de lo que cuenta Bucay sobre un texto del humorista argentino Landrú en un dibujo donde un personaje dice:

"Si usted se encuentra en un callejón sin salida, no sea IDIOTA, salga por donde entró."

Atraemos lo que somos, o al menos lo que estamos siendo, le dije. Si nos apegamos a los bienes materiales y relaciones superficiales y descartables, terminamos llenado nuestro interior de escombros y desperdicios hasta que nuestro interior muere de sofocación. Y terminamos atrayendo lo que estamos siendo, incluida la auto-eliminación física como una extensión lógica de la auto-eliminación espiritual que ya hemos experimentado.

- ¡Como en El Secreto, tío! ¡La ley de la atracción!- dijo entusiasmada Donatella que hace poco había leído ese libro.

- Sí, claro –le dije- aunque ese libro no me gusta. Está demasiado enfocado en la obtención de riquezas y bienes materiales como sinónimo de felicidad.

Y para dejar bien clara mi crítica le pregunté: ¿Qué vas hacer si un día pierdes todas esas riquezas y esos bienes materiales como ocurrió en el caso del amigo de mi amigo?

Su respuesta inmediata fue:

- ¡Lees otro libro! Uno que te haga aprender a ser feliz sin todo eso que perdiste.

Es decir, adaptarse o resistirse, vivir o perecer. Y veo que mi sobrina tiene bien claro que ella elegiría vivir. Y se me ocurrió que en esta época del boom de los libros de autoayuda, emulando a Landrú, podríamos decir:

"Si el libro que leyó no le muestra la salida, no sea IDIOTA, ¡Lea otro libro!"

¿Y saben qué? Me sentí orgulloso y feliz.

La lección fue aprendida.

Lo único que no me quedó claro fue si fui yo quien le enseñé a ella o ella quien me la enseñó a mi.



[1] Conductora del exitoso programa infantil Nube Luz quien en 1994, a los 21 años de edad, se quitó la vida de un disparo, luego de un período de fama internacional acompañada de estrés y depresión.





1 comentario:

  1. Hola Julio, un disfrute leerte... A mí tampoco me quedó claro quién enseñó a quién... Pero que aprendimos los tres (tú, Donatella y yo), eso de hecho...

    Saludos,
    Ruth

    ResponderEliminar