viernes, 22 de enero de 2016

Cholo soy...

Tenía 7 años y vivía en La Caleta Vieja, un barrio "clasemediero" en la costa norte del Perú, cuando escuché por primera vez "Cholo soy..." del maestro Luis Abanto Morales. 


A esa edad, ya había sido testigo de la injusticia y el abuso racista. Será por eso que, cuando una tarde mis padres llegaron a casa con "El Provinciano" de Luis Abanto Morales, me apropié de él y me deje embrujar por la cadencia del ritmo, la dulzura de la quena y el tundete de la guitarra, la voz tierna de don Luis, la melancolía de la melodía y la rebeldía de la letra de "Cholo soy...". 

Me encantaba encerrarme en la habitación y escucharlo una y otra vez y, en silencio, lloraba... tal vez por mis desposeídos compañeros de juego de la infancia: Toñito, el hijo de la señora que trabajaba para los vecinos y cantaba como un pajarito por las mañanas de verano; o por Cholanca, el niño que lavaba los automóviles del barrio y a quien le prestaba mi bicicleta mientras yo corría detrás; o por Paulino, el "ahijado" de otros vecinos con quien conformamos la dupla más exitosa de La Caleta en las carreras de carro- patín. O tal vez porque la música y la poesía siempre ha tenido ese efecto en mí. O quizá porque simplemente soy un llorón. 

Hoy escucho esta nueva versión, menos melancólica. Más alegre, y el corazón se me hace un puño. Se supone que debo animarme pero vuelvo a llorar. Soy un privilegiado. He vivido lo suficiente para escuchar esta nueva versión. 


Gracias papá, gracias mamá, por traer y dejar a "Cholo soy.." en casa. Tal vez nunca se dieron cuenta, pero en realidad me lo metieron en el alma.

miércoles, 13 de enero de 2016

¿Cómo sería el Padre nuestro si Dios pudiese respondernos?


Esta mañana desperté y encontré en mi bandeja de entrada una cadena de oración, una más de las que prometen que Dios me va a resolver la vida en un santiamén si la comparto con 100 personas más, y que si no lo hago, voy a impedir que el remitente consiga su milagro (o me va a caer un rayo). Y me pregunté: ¿Cómo sería el Padre nuestro si Dios pudiese respondernos? He aquí la respuesta, poco reverente, que se me ocurrió:

Hombre: Padre nuestro...

Dios: ¿De dónde sacaste la idea de que soy hombre?  La hembra es XX y el macho XY. El principio de la vida es femenino y no masculino. Soy mujercita. Ya deja de lado ese machismo.

H: ... nuestro...

D: Repite eso: "nuestro".

H: Nuestro...

D: Una vez más...

H: "Nuestro".

D: Que te quede claro que es "nuestro" y no "mío" ni "no tuyo".

H: Sí. 

D: Y espero que lo recuerdes cuando se te ocurra decir que "God save America" o "In God we trust" o cuando que se te ocurra llamar "ateos", "pecadores" o "infieles" a los que piensan diferente.

H: ... que estás en el cielo...

D: Suena lindo, pero a veces me parece que en realidad dices "que estás por los suelos". ¿Tienes idea de la cantidad de crímenes que se han cometido en mi nombre? Esclavismo,  discriminación, genocidio... ¡y se siguen cometiendo!

H: ... santificado...

D: ¿Juat? ¿Quién me va a santificar? ¿El Papa? ¡Si yo soy la jefa! ¡Soy yo la que santifica! Además, no quiero ese trabajo, hay muchos santos, muchos de ellos sin merecerlo. Ese trabajo está muy devaluado. 

H: ... sea tu Nombre...

D: ¿Quién te vendió la idea de que tengo un Nombre? Dios hay una sola, ¿recuerdas? Y si no hay otra como yo ¿para qué quiero un nombre? Yo soy Juana, Josefa, Mario, el gato de tu tía Cucha y el perrito de la prima Donna, todos y todo...

H: ... venga a nosotros tu reino...

D: Ni lo sueñes. No hay manera, mi reino no es de este mundo, ¿recuerdas? Tú vienes a mí, si quieres.

H: ... hágase tu voluntad... 

D: ¡Ajá! Tú lo has dicho: ¡Hágase "mi voluntad"! ¡Y no la tuya! Así que deja ya de enviar cadenas y pedirme milagros y actos de magia que alteran el ciclo natural de la vida; ayúdate que yo te ayudaré, ¡Madura!

H:... en la tierra como en el cielo...

D: Veo que lo vas teniendo claro. La tierra y el cielo es mi casa. Yo soy la jefa. La anfitriona. Y tú la visita.

H: Danos hoy nuestro pan de cada día...

D: ¿Me has visto cara de panadero? Trabaja, búscatela. He llenado el mundo de alimentos y recursos para que puedan comer y vivir sin penurias, todos ustedes, no solo unos pocos, sino Todos. Te he dado un cuerpo, un corazón y un cerebro, ¡úsalos! pero siempre juntos, nunca separados. Y ya deja de pedirme que haga las cosas por ti. ¿Qué clase de madre crees que soy? ¿La que cría niños irresponsables?

H: ... perdona nuestras ofensas...

D: Perdónate tú primero, chaval, y después busca el perdón de esos a quienes ofendiste. El crecimiento va de adentro hacia afuera (i). No al revés. Y, al fin de cuentas, no me metas en tus asuntos. Ve tú y has lo necesario para reparar el daño que has causado. Y cuando lo hayas hecho, verás que mi perdón no es necesario.

H: ...como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden...

D: Uyuyuy, si esa es la vara con que tengo que medirte, ya fuiste, te has condenado solo. A ver si lo entiendes de una vez por todas: primero, asumes las consecuencias de tus actos y reparas el daño causado o lo compensas; segundo, te perdonas; tercero, buscas el perdón de los demás (allá ellos si te lo dan); cuarto, haces propósito de enmienda; y quinto... ya no hay quinto, mi perdón no hará falta.

H:.. no nos dejes caer en la tentación...

D: ¿Y que tengo yo que ver? Yo no te dejo caer en la tentación. ¡Caes en ella porque quieres! Eres mayorcito y sabes lo que haces.

H:... y líbranos del mal,...

D: Very, very sorry, no possible; el mal no depende de mí; el mal lo haces tú, mejor dicho, ustedes, los seres humanos; yo soy toda bondad. Mucho de lo que llamas "mal" son simplemente los hechos propios de las condiciones de existencia, como el hecho irrefutable de que todo cambia y acaba, que las cosas no siempre suceden como las habíamos planeado, que la vida no siempre es justa, que el dolor forma parte de la vida, y que la gente no siempre es amorosa y leal (ii). Te he creado para que seas una persona responsable; no puedo hacer las cosas por ti ni privarte de tus lecciones; sería  privarte de tu derecho al aprendizaje. 

H: Pero...
D: Tu vida es tu vida y en ella habrán momentos buenos y momentos malos, éxitos y fracasos: los primeros los hice para que tuvieras razones para ser feliz y amarte; los segundos, para que aprendieras esas lecciones. Así que no me pidas que te libre del mal, no puedo hacer eso, sería ir contra las leyes de la vida que yo mismo he dictado. 

H: Entonces, ¿qué te puedo pedir?
D: Que te acompañe y te reconforte mientras te haces cargo de ti mismo.

H: ¿Solo eso?
D: También puedes pedirme otras tres cosas.

H: ¿Cuáles?

D: Fuerzas para cambiar lo que puedes cambiar; aceptación para estar en paz con lo que no puedes cambiar; y sabiduría para reconocer la diferencia. Pero no me pidas milagros. ¿Está claro?

H: Sí...

D: ¿Seguimos orando?

H: Sí...

D: Empecemos de nuevo: "...

H: Madre nuestra...

Ginebra, 13 de enero de 2016.
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(i) Gracias, Stephen Covey.
(ii) Gracias, David Richo.