viernes, 15 de septiembre de 2023

La mente vasalla del jugador de fútbol

Galíndez, luego de perder, haciendo lo que es prioritario

Hoy escribiré sobre algo mundano. Y a la vez no. Sobre fútbol. 

Empezaré así: la diferencia entre un campeón mundial de fútbol y uno que nunca lo será, es la misma que hay entre la actitud del Dibbu Martínez y la de Hernán Galíndez de la selección de Ecuador. 

Así que ya ven, algo mundano, sí pero que ayuda a mostrarles lo que, en el fútbol llamo "la mente vasalla", algo que se aplica a los deportes en niveles de alta competencia, en la vida y en los partidos de barrio también.

Hace 17 años publiqué en mi blog una catarsis que titulé  "Reflexiones sobre el Mundial Alemania 2006 y la ausencia del Perú". Entre otras cosas, me declaré hincha del aguerrido fútbol de la Copa Perú (Serie B) y de varios jugadores de ese Mundial  y deploré del olvidado Andrés "Cóndor" Mendoza y el tristemente recordado (a nivel Selección) Claudio Pizarro. Léanlo para entender lo que sigue.

Domingo 14 de junio de 1970. En México, el Perú de Cubillas y Sotil juega los cuartos de final contra el Brasil de Pelé y Tostao. Faltan pocos minutos para el final y Brasil va ganando 4-2. Quedan aún algunos minutos. Se puede remontar como lo haría Alemania contra Francia en los 10 últimos minutos de prórroga en el Mundial de 1982 para ganar al final en penales. Sí, se puede. El técnico del Perú, Didi, exige entonces a los seleccionados que ataquen para acortar la ventaja. Es lo que toca hacer.

Sin embargo, el mediocampista Ramón Mifflin prioriza "la marca" en lugar de la creación de juego para mantenerse cerca del ‘O Rei’ Pelé y, me parece, para intercambiar camisetas. El partido acaba y el niño está devastado. Hemos sido eliminados y testigos de cómo un jugador (Mifflin) se  había rendido antes del pitazo final. No había luchado. Lloré. 


No he encontrado una foto de ese momento, pero éste se le acerca

Viernes 8 de setiembre de 2023. En Buenos Aires, el Ecuador de Valencia y Caicedo juega su primer partido de las Eliminatorias al Mundial del 2026 contra la Argentina de Messi y Di María. El partido está 0-0, pero a los 78' aparece la pulga para batir al portero Hernán Galíndez.

Quedan aún 12 minutos para el final. Se puede remontar como lo hizo Bélgica contra Japón en el Mundial de 2018. Faltaba un minuto para terminar e iban empatados. Contraataque de Bélgica y gol. Sí, se puede.

Pero, el portero Hernán Galíndez tiene otros planes y él ya ha perdido el partido. En su mente y su corazón, ya está derrotado y poco importa pues lo que importa es otra cosa: mantenerse cerca de Messi y adelantarse a todos los demás compañeros de equipo para intercambiar camisetas y lo logra. Perdieron. Sin luchar. Pero tiene la camiseta y el sudor del astro.

Los hinchas ecuatorianos lloran y  Galíndez reconoce que vencer a Argentina no era lo prioritario, sino tener la camiseta de Messi para dársela a su hijo. Lo cito: "Sabía que iba a recibir críticas por cambiar la camiseta con Messi, pero más me importó la alegría de mi hijo". Luego se justifica diciendo "Cuando miré la pelota ya estaba pegada al palo, creo que no había mucho más que hacer ahí". Todos sabemos que miente. Que siempre se puede hacer algo, como la atajada de Chilavert a Maradona en 1997.


Los ecuatorianos piden su expulsión de la Selección Ecuatoriana y con razón. La historia se repite.

La mente vasalla

Mifflin y Galíndez reflejan algo que, en el fútbol, yo llamo "la mente vasalla". El portero ecuatoriano, al igual que lo hizo Mifflin en 1970, ingresó derrotado al campo. Se sometió desde el principio y tuvo como única ilusión el llevarse a casa la camiseta sudada de su ídolo.

Su foco no fue ganar el partido ni evitar los goles de Messi ni vencer a Argentina. Su foco fue Messi y su camiseta. El souvenir de su ídolo y el de su hijo. No juega para ganarle a Messi sino para verlo brillar y llevarse su sudor a casa.  Es un buen padre, no se puede negar, y su hijo jamás olvidará ese acto, lo amará por siempre. Pero, triste lección la que le ha dado a su hijo.

Digámoslo directamente: No te convocan a la selección de tu país para ser un buen padre sino un buen arquero, un jugador que deje el alma y la vida en el campo.

Si te toca jugar contra Messi, CR7, Neymar, Mbappé o cualquier otra estrella, desde que se inician las eliminatorias hasta el último día, te toca faltarle el respeto, te toca bajarlo de su pedestal y no rendirle pleitesía. Luego, cuando vuelvas a casa, podrás ser un buen padre. Tu hijo extrañará la camiseta de Messi pero se llevará algo mucho más valioso, una lección de vida: no hay seres intocables, no hay dioses y tú no te inclinas ante ninguno de ellos, la luchas hasta que se te partan las piernas y punto.

En la catarsis que publiqué hace 17 años -"Reflexiones sobre el Mundial Alemania 2006 y la ausencia del Perú"- también me declaré hincha de los futbolistas argentinos, de su piconería, de su bronca, de su "no saber perder" que tanto odiamos pero que es también su “jamás querer perder” y no intimidarse ante ningún dios, ni intimidarse en ningún estadio, ni siquiera en uno con hooligans armados hasta los dientes, que es, dije, "donde los argentinos alcanzan su verdadera estatura y juegan mejor".

El Dibbu haciendo lo que es prioritario

Pueden estar de acuerdo conmigo o no, pero hay un hecho fáctico, mientras que el eliminado Perú de 1970 tuvo un Mifflin y el derrotado Ecuador de 2023 un Galíndez, la campeona mundial Argentina del 2023 tuvo un Dibbu, alguien que hizo lo que tenía que hacer: faltarle el respeto a Dembélé, Griezmann, Mbappé y Giroud.

Así, amigos, es la mente de los campeones. No se someten. Saben que el mejor homenaje que le pueden hacer a un ídolo es imitarlo, emularlo, faltarle el respeto y bajarlo de su pedestal hasta destronarlo y superarlo. 

Si para el 2026 no clasifica Perú, alentaré a los argentinos. Ya lo decidí.

domingo, 3 de septiembre de 2023

¿Qué estás leyendo? Una teoría de la democracia compleja de Daniel Innerarity

 


Última actualización: 11.9.2023

En "El Enjambre humano" EMark W. Moffett (2021), el autor explica que la diferencia más importante entre una comunidad de chimpancés y una comunidad humana es que, mientras los primeros no pueden convivir en grupos sociales de más de 150 individuos y corren un peligro mortal si se aventuran en territorio ajeno, los segundos podemos convivir siendo millones o miles  de millones y viajar de Nueva York a Borneo sin temer por nuestra vida.

El truco de los humanos es el lenguaje simbólico complejo y los marcadores de identidad. Estos permiten que sintamos seguridad y confianza en un grupo de desconocidos, así como que cooperemos a gran escala. La sociedad humana, dice Moffet, es un tipo de agrupación en que todos los individuos tienen un claro sentido de pertenencia fundado en una duradera identidad compartida.

La sociedad humana, sin embargo, no nació así. Primero, los humanos nos reuníamos en pequeños clanes familiares, bandas, aldeas, tribus, poblados, ciudades-polis, países, estado-nación y, así, hasta llegar a la sociedad global actual, cada vez más numerosa y compleja, para lo cual creamos formas de gobierno, entre ellas, la democracia que hoy, sin duda alguna, se encuentra en una crisis cuyos responsables serían, decimos, la corrupción, la violencia y la ineficacia.

Pero, ¿Qué tal si no es exactamente así? Al menos, eso piensa Daniel Innerarity (1), en "Una teoría de la democracia compleja: Gobernar en el siglo XXI". 

La crisis de la democracia hoy en día, sostiene este filósofo, no tiene sus raíces en la violencia ni la corrupción o la ineficiencia, sino en la simplicidad. Ella fue pensada por los griegos en una época de relativa simplicidad social y política, para una sociedad de relativamente pocos miembros y poca complejidad. Se inició en las polis como democracia directa y evolucionó hacia democracia representativa en el Estado-Nación.

Hoy, 2023, en la era de la sociedad global, la política opera en contextos de elevada complejidad y, por lo tanto, la democracia, tal como la concebimos, no sirve. Sufre de un déficit teórico producto de una práctica política que simplifica y la empobrece. Como consecuencia, nuestros sistemas políticos no son capaces de gestionar la creciente complejidad del mundo y son impotentes ante quienes ofrecen una simplificación tranquilizadora, los políticos populistas y autoritarios

Por lo tanto, sostiene Innerarity, debemos actualizar su teoría y darle una arquitectura política adecuada. 

Pero, ¿cómo? ¿cómo hacemos eso? Pues, de eso se trata el libro, de darnos pistas, una de las cuales se las dejo aquí.

El autor sostiene que en la democracia hay tres actividades principales: hacer cosas deseables para todos o la mayoría (gobernar eficientemente), evitar que se hagan cosas indeseables (competir) y pactar  (negociar) para, finalmente, hacer las cosas que son posibles.

Innerarity dedica varias páginas a explicar estas tres actividades que quiero mostrarles aquí pues facilita, creo, la comprensión de algunas de las causas de la crisis actual. 

Democracia está formada por dos términos, demos (pueblo) y cratos (gobierno), donde "gobierno" no es sólo un sustantivo sino un adjetivo, es decir, el gobierno efectivo y eficaz. Pero ¿Cómo logramos esto? 

Para saberlo volvamos a la explicación de Innereraty sobre las tres actividades principales de la democracia (que funcionan como principios):

  • El Cratos. Hacer cosas deseables para todos o la mayoría, esto es, el cratos, el gobierno, efectivo y eficaz, para lo cual es importante conocer las necesidades de los ciudadanos que, atención, están divididos en innumerables grupos que tienen demandas diversas y contradictorias;
  • Competir. Evitar que se hagan cosas indeseables, esto es, competir por los votos del pueblo, las elecciones, el marketing, los mensajes simples, los slogan ("No más pobres en un país rico"), el show de las promesas electorales y de los programas máximos y rígidos, los debates, la aniquilación electoral del otro y de sus propuestas, el sufragio, el juego suma cero; en pocas palabras, el mundo de la publicidad, la popularidad y el espectáculo; y
  • Pactar. Es decir, negociar. Negociar cuando la competencia ha terminado, ningún actor político tiene la fuerza electoral que se necesita para aplicar su programa máximo y deben, por ende, pactar, o sea, jugar a ganar-ganar para hacer aquello que sea posible, acercándonos equitativamente a lo deseable por todos ("La política es el arte de lo posible", Aristóteles).

Para Innerarity, esta es la lógica de la política .

¿Qué es lo que está ocurriendo hoy en día en un país como el Perú?

Los actores políticos se han apoderado del espacio de competencia y nos han hecho creer que la democracia sólo se trata de eso, de competir disruptivamente; y lo hacen tanto en época de elecciones como cuando ya son respetables miembros del gobierno o el parlamento, lo que se traduce en polarización y una multitud de competidores que, ya elegidos, siguen actuando como candidatos feroces.

Se parapetan detrás de sus curules lanzando dardos en discursos inflamados, atacando arteramente desde las redes sociales, aprovechando cualquier frase ambigua del opositor para destruirlo mediáticamente, promoviendo marchas, manifestaciones "pacíficas" y justificando la toma de locales públicos, bloqueo violento de carreteras, paralización del transporte y el comercio, y destrucción de propiedad pública y privada. Sobre todo, se indignan contra aquellos que se atreven a mostrar una posición moderada, es decir, que están abiertos a negociar. "Traidores" los insultan. "Caviares" los llaman. Todo vale en nombre de su idea de la "democracia". 

La incapacidad para negociar, es decir pactar, hace imposible lograr resultados posibles que se acerquen equitativamente a lo deseable y aceptable por los grupos diferentes de ciudadanos. 

De hecho, boicotean cualquier avance o progreso o solución de un problema, ocasionan la parálisis del sistema y abren la puerta a intentos de golpe de estado, regímenes autoritarios y crudas dictaduras. Desde la izquierda sueñan con hacer una revolución y desde la derecha con ganar la guerra cultural. En ambos casos, el lenguaje es bélico y violento. No hay espacio para la moderación.

Tal fue el caso de expresidente Pedro Castillo en el Perú quien llegó al gobierno sin mayoría suficiente al Congreso, con un discurso incendiario que dividía la sociedad peruana  en tribus en conflicto: pobres vs ricos, indios vs. blancos, empresarios vs trabajadores, campesinos vs burócratas, sierra vs costa, pueblo vs no pueblo. También llegó con un programa máximo de ultra izquierda que no quiso negociar

Luego de 16 meses de ausencia de cratos (desgobierno), el 7/12/2022 (cambió 78 ministros de estado, un promedio 5 por mes) y ya en un estado de polarización extrema contra la mayoría del Congreso (que iba del centro a la derecha extrema), decidió implementar su programa máximo por las malas o por las malas y que, por lo tanto, era el momento de patear el tablero emulando al Alberto Fujimori de Abril de 1992, para o cual anunció el golpe de estado más torpe en la historia del Perú (y tal vez del mundo). En menos de 4 horas, estaba en prisión.

Hasta aqui, creo que todos podemos decir que la lección es clara. Dura y muy clara. Y que es hora aceptar que ya no sabemos cómo gestionar sociedades tan complejas con la democracia tal como la conocemos. De desaprender para poder aprender y empezar por rescatar el principio negociador de la democracia. Pero, ¿cómo? 

Innerarity nos da más pistas que estoy seguro pondrán de cabeza a socialistas y conservadores. Primero, el "pueblo", argumento todo poderoso de la retórica populista, en especial de izquieerda, y el "contrato social" fueron sólo mitos fundadores, ficciones útiles para explicar y legitimar el poder político. Luego, "la idea de una ciudadanía que monitoriza continuamente el poder es un modo de explicar las cosas, pero no tanto un instrumento disponible", es decir, otra ficción. Las tres tienen sólo un valor de entretenimiento,"

Pero, entonces, ¿Cómo democratizar la democracia?

El gran desafío sería cómo reducir cualitativamente la complejidad, transformándola de los datos en información y conocimiento; y darnos cuenta de que, cuando las cosas se complican, el elector se fija en las personas pues esto le permite reducir la complejidad y le es más fácil hacerse un juicio sobre las personas que sobre los asuntos que se debaten.

Así, para democratizar la democracia, señala el autor, hay cuatro principales asuntos que nuestras democracias deben abordar si queremos incluir a todos los que tienen que estar insertos en nuestros procesos de representación y decisión:

  • autodeterminación transnacional (democracia transnacional),
  • derechos de las generaciones futuras (democracia intergeneracional),
  • democracia paritaria (democracia paritaria) y
  • política de la naturaleza (democracia ecológica) .

Mediación y desintermediación: la igualdad democrática 

El «eje del mal», dice Innerarity, estaría formado por la tecnocracia, los expertos, la distancia, la representación y la deliberación (mediación), mientras que entre los «santos inocentes» se cuentan la participación, la transparencia y la voluntad popular (desintermediación), pero no es así. En realidad, cada cual tiene su espacio y tiempo.

El espacio y tiempo de las prácticas democráticas de desintermediación se justifican en la fase de la competencia, la innovación, el recojo de información para la formulación de políticas, los resultados y la evaluación de éstos. Mientras que el de la mediación es el de la eficacia, la estabilidad y los procedimientos.

En muchos casos, señala, en las mediaciones hay más posibilidades de promover la igualdad democrática que en las desintermediaciones, por ejemplo, equilibrando la participación ciudadana con el Estado de Derecho, la protección de las minorías, la división del poder y las instituciones representativas, lo que desde una perspectiva «inmediatista», de competencia, será considerado como una excusa para no permitir que se realice la voluntad popular. 

Es decir, más participación no necesariamente es produce más igualdad y, por eso, "en una democracia constituida y constituyente debe haber un flujo entre la calle y las instituciones, entre la opinión pública y los procesos formales de deliberación parlamentaria."

Por eso, indica el autor, resulta tan importante el diseño institucional, la identificación de aquellas instituciones y procesos que articulan mejor el conocimiento disperso de los ciudadanos. El gran problema político del mundo contemporáneo seríacómo organizar lo inestable sin renunciar a las ventajas de su indeterminación y apertura .

Democracia digital

Tratándose esto de sólo una reseña que busca destacar lo que más ha llamado mi atención, quiero, ya para ir acabando, citar algunas frases del último capítulo que se explican por sí solas;

El fin de la dicotomía Estado-Empresa: 

"Si a lo largo del siglo XX la política giró en torno al debate sobre cómo equilibrar Estado y mercado (cuánto poder debía conferírsele al Estado y cuánta libertad debería dejarse en manos del mercado), hoy la gran cuestión es decidir si nuestras vidas deben estar controladas por poderosas máquinas digitales y en qué medida , cómo articular los beneficios de la robotización , automatización y digitalización con aquellos principios de autogobierno que constituyen el núcleo normativo de la organización democrática de las sociedades."

Lo digital no es neutral:

"La gran politización que nos espera es la del mundo digital . Hoy podemos asegurar que en el siglo XXI lo digital es lo político."

"Las revoluciones políticas más importantes no se están produciendo en los parlamentos, las fábricas y las calles, sino en los laboratorios y las empresas tecnológicas."

Tecnología vs Soberanía

"La soberanía ya no es una categoría absoluta sino un concepto que designa las capacidades de las que se dispone en un contexto de mutuas dependencias."

¿Qué tipo de democracia podemos llevar a cabo en el ámbito global ?

Para Innerarity, las instituciones globales marcan el camino, instituciones como la del "régimen de propiedad intelectual (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual , OMPI), crisis climática y ecología global (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, IPCC por sus siglas en inglés) , sistema de salud (Organización Mundial de la Salud, OMS), relaciones laborales (Organización Internacional del Trabajo, OIT), sistema deportivo (Comité Olímpico Internacional, COI), control global de la energía atómica (Organismo Internacional de Energía Atómica, OIEA), gobernanza de la alimentación genéticamente modificada, comercio, regulación financiera (acuerdos de Basilea ), inicios de un sistema educativo global (PISA , Bolonia ).

¿Por qué? 

Porque las instituciones internacionales posibilitan que la política recupere capacidad de actuación frente a los procesos económicos desnacionalizados: "No es que la política haya muerto, sino que ha emigrado desde los clásicos espacios nacionales delimitados a los escenarios mundiales interdependientes. Es allí, o sea, aquí, donde se juega el futuro de la democracia."

(1) Daniel Innerarity es catedrático de filosofía política y social, investigador IKERBASQUE en la Universidad del País Vasco y director del Instituto de Gobernanza Democrática. Es titular de la Cátedra Inteligencia Artificial y Democracia del  Instituto Universitario Europeo en Florencia. Leer su biografía aquí.