sábado, 27 de diciembre de 2014

Moncada, el profeta de la ecología


Moncada, el profeta de la ecología” (Chimbote, Diciembre de 2014, 95 páginas) es la primera novela de Pedro Miranda. (1)

Es una novela biográfica de corte social. Relata la vida de Ciriaco Moncada, uno de los personajes más relevantes de la historia de Chimbote, a donde el protagonista llega en el otoño de 1952 junto con su familia. La historia se inicia con su nacimiento y narra las aventuras y logros a lo largo de su vida.

Poco tiempo después de llegar al naciente puerto industrial de Chimbote, enclavado frente a una de las bahías más hermosas y ricas de la costa del Pacífico, Moncada tiene una visión en forma de sueño: Dios le da el encargo de cuidar su obra: la naturaleza.

Es a partir de ese momento que Moncada se embarca en una lucha desigual en contra de los que serán sus antagonistas: los industriales pesqueros que contaminan la bahía, los “urbanistas” que destruyen los pantanos y la fauna que vive en ella, la siderúrgica que contamina el aire con un humo marrón causando enfermedades respiratorias severas en los pobladores, los dueños de prostíbulos y bares que abundan en el puerto, los gobiernos que hacen gala de indiferencia, los perros guardianes de ese status quo (policías y militares), los curas que sirven al poder y, en general, la falsa idea de que el progreso solo se puede conseguir destruyendo la naturaleza. ¡Colosales antagonistas!

Ciriaco Moncada, que desde su niñez había dado muestras de una sensibilidad e inteligencia singulares, decide entonces discursear en público con la esperanza de producir un cambio en la mente de la gente, con la esperanza de hacerla consciente, pero pronto se da cuenta de que la gente no le hace caso. Toma la decisión entonces de disfrazarse y dar vida a personajes de ficción ("de mentira pero de verdad") que el mismo va a representar: un político corrupto, una mujer embarazada y abandonada, un muñeco de él mismo, un ministro y hasta Jesucristo. Es decir, personajes que Moncada extrae del imaginario popular, dando muestra, una vez más, de su profunda sensibilidad y su capacidad para leer lo que la gente de a pie siente, piensa y quiere.

La novela está escrita en tercera persona. El autor usa un narrador omnisciente, es decir, un narrador que lo sabe todo o casi todo sobre Moncada, en especial al final cuando nos cuenta lo que Moncada experimenta en su agonía.

Dividida en ocho partes y un epílogo, el autor nos cuenta las aventuras y acontecimientos de la lucha de Moncada por salvar la obra de Dios y, en cada uno de ellos, transcribe los discursos del atractivo personaje. Varios de esos pasajes son deliciosos y divertidos: la madre soltera y embarazada, el encuentro con el Padre Ángel (“Moncada, vos estás loco”) y América Express. Otros capítulos tocan fibras muy profundas: Incendio en “El Acero”, Los 15 años de María, Terremoto del 70 y Muerte, la búsqueda del amor.

Mientras la leía me parecía estar viéndo caminar a Moncada con una cruz sobre el hombro haciendo el papel de Jesucristo, echado sobre una hamaca haciendo el de político-presidente o, simplemente, caminando por las calles de Chimbote.



La historia es exquisita y por eso la leí de un solo tirón. Me hizo reflexionar sobre la arrogancia e ignorancia de los seres humanos. Arrogancia porque creemos que “destruimos la naturaleza”, cuando en realidad la naturaleza es indestructible (nada se destruye, solo se transforma) y lo único que hacemos es transformar las condiciones que nos han permitido surgir y existir como especie. E ignorancia porque creemos que la naturaleza es una cosa y los humanos somos otra, cuando en realidad nosotros, los seres humanos, al igual que una hormiga, somos la naturaleza.

Al final, sin embargo, hay una pregunta que queda sin responder: si Ciriaco Moncada no sabía leer ni escribir, ¿cómo sabía todo lo que sabía? La novela no lo dice pero sugiere dos posibles maneras que tuvieron que ver con la fina inteligencia de Moncada: ¿Era Ciriaco un gran conversador? Se me ocurre que sí. Me lo imagino en interminables tertulias con sus jefes y compañeros y hasta con sus hijos a quienes dio la educación que él no tuvo. Moncada era una esponja y tenía una fina y aguda inteligencia. Era un magnífico oyente. Aprendía escuchando. Por eso, la radio nunca faltó en su casa, como en aquella escena (Políticos, psicópatas amorales) en la que:

“Año 1968. Moncada salió de su casa con un genio de los mil demonios. Había escuchado en el noticiero local que se propalaba todas las mañanas en Radio Interamericana con la voz de José Pascual Bueno…”

Escuchaba, asimilaba y luego, con esa inteligencia privilegiada, daba sentido y significado a lo que había escuchado. Y lo hacía de tal modo que fue capaz de predecir lo que nadie, en esa época, fue capaz de ver. Por eso lo de Profeta.

Pedro Miranda ha hecho un estupendo trabajo de investigación y ha logrado mostrar, a través de este atractivo personaje, el recordado y querido Moncada, nuestra historia.

Ginebra, 27 de diciembre de 2014.

(1) Página en Facebokk: https://www.facebook.com/pages/Moncada-El-Profeta-De-La-Ecolog%C3%ADa/1581936428693030