“Moncada, el profeta de la ecología” (Chimbote, Diciembre de 2014, 95 páginas) es la primera novela de Pedro Miranda. (1)
Es una novela biográfica de corte
social. Relata la vida de Ciriaco Moncada, uno de los personajes más relevantes de la historia de Chimbote, a donde el protagonista llega en el otoño de 1952 junto con
su familia. La historia se inicia con su nacimiento y narra las aventuras y logros a lo largo de su vida.
Poco tiempo después de llegar al naciente
puerto industrial de Chimbote, enclavado frente a una de las bahías más
hermosas y ricas de la costa del Pacífico, Moncada tiene una visión en forma de
sueño: Dios le da el encargo de cuidar su obra: la naturaleza.
Es a partir de ese momento que Moncada se embarca en una lucha desigual en contra de los que serán sus antagonistas:
los industriales pesqueros que contaminan la bahía, los “urbanistas” que
destruyen los pantanos y la fauna que vive en ella, la siderúrgica que
contamina el aire con un humo marrón causando enfermedades respiratorias
severas en los pobladores, los dueños de prostíbulos y bares que abundan en el
puerto, los gobiernos que hacen gala de indiferencia, los perros guardianes de ese status quo (policías y militares), los
curas que sirven al poder y, en general, la falsa idea de que el progreso solo
se puede conseguir destruyendo la naturaleza. ¡Colosales antagonistas!
Ciriaco Moncada, que desde su
niñez había dado muestras de una sensibilidad e inteligencia singulares, decide
entonces discursear en público con la esperanza de producir un cambio en la mente de la gente, con la esperanza de hacerla consciente, pero pronto se da cuenta de que la gente no le
hace caso. Toma la decisión entonces de disfrazarse y dar vida a personajes de
ficción ("de mentira pero de verdad") que el mismo va a representar: un político corrupto, una mujer
embarazada y abandonada, un muñeco de él mismo, un ministro y hasta Jesucristo.
Es decir, personajes que Moncada extrae del imaginario popular, dando muestra,
una vez más, de su profunda sensibilidad y su capacidad para leer lo que la gente
de a pie siente, piensa y quiere.
La novela está escrita en tercera
persona. El autor usa un narrador omnisciente, es decir, un narrador que lo
sabe todo o casi todo sobre Moncada, en especial al final cuando nos cuenta lo
que Moncada experimenta en su agonía.
Dividida en ocho partes y un
epílogo, el autor nos cuenta las aventuras y acontecimientos de la lucha de
Moncada por salvar la obra de Dios y, en cada uno de ellos, transcribe los discursos
del atractivo personaje. Varios de esos pasajes son deliciosos y divertidos: la
madre soltera y embarazada, el encuentro con el Padre Ángel (“Moncada, vos
estás loco”) y América Express. Otros capítulos tocan fibras muy profundas: Incendio
en “El Acero”, Los 15 años de María, Terremoto del 70 y Muerte, la búsqueda del
amor.
Mientras la leía me parecía estar
viéndo caminar a Moncada con una cruz sobre el hombro haciendo el papel de Jesucristo,
echado sobre una hamaca haciendo el de político-presidente o, simplemente,
caminando por las calles de Chimbote.
La historia es exquisita y por
eso la leí de un solo tirón. Me hizo reflexionar sobre la arrogancia e
ignorancia de los seres humanos. Arrogancia porque creemos que “destruimos la
naturaleza”, cuando en realidad la naturaleza es indestructible (nada se destruye,
solo se transforma) y lo único que hacemos es transformar las condiciones
que nos han permitido surgir y existir como especie. E ignorancia porque creemos que la
naturaleza es una cosa y los humanos somos otra, cuando en realidad nosotros, los
seres humanos, al igual que una hormiga, somos la naturaleza.
Al final, sin embargo, hay una
pregunta que queda sin responder: si Ciriaco Moncada no sabía leer ni escribir,
¿cómo sabía todo lo que sabía? La novela no lo dice pero sugiere dos posibles
maneras que tuvieron que ver con la fina inteligencia de Moncada: ¿Era Ciriaco
un gran conversador? Se me ocurre que sí. Me lo imagino en interminables tertulias con sus jefes y compañeros y hasta con sus hijos a quienes dio la educación que él no tuvo. Moncada era una esponja y tenía una fina y aguda inteligencia. Era un magnífico oyente. Aprendía
escuchando. Por eso, la radio nunca faltó en su casa, como en aquella escena (Políticos,
psicópatas amorales) en la que:
“Año 1968. Moncada salió de su
casa con un genio de los mil demonios. Había escuchado en el noticiero local
que se propalaba todas las mañanas en Radio Interamericana con la voz de José
Pascual Bueno…”
Escuchaba, asimilaba y luego, con
esa inteligencia privilegiada, daba sentido y significado a lo que había escuchado. Y lo hacía de tal modo que fue capaz de predecir lo que
nadie, en esa época, fue capaz de ver. Por eso lo de Profeta.
Pedro Miranda ha hecho un
estupendo trabajo de investigación y ha logrado mostrar, a través de este
atractivo personaje, el recordado y querido Moncada, nuestra historia.
Ginebra, 27 de diciembre de 2014.
(1) Página en Facebokk: https://www.facebook.com/pages/Moncada-El-Profeta-De-La-Ecolog%C3%ADa/1581936428693030
Ginebra, 27 de diciembre de 2014.
(1) Página en Facebokk: https://www.facebook.com/pages/Moncada-El-Profeta-De-La-Ecolog%C3%ADa/1581936428693030
como siendo niño lo conocí en la distancia y me interesaría adquirir el libro, vivo ne España Valencia
ResponderEliminarHola Jorge, gracias por tu interés. Puedes ponerte en contacto con Pedro aquí:
Eliminarhttps://www.facebook.com/pages/Moncada-El-Profeta-De-La-Ecolog%C3%ADa/1581936428693030