miércoles, 28 de noviembre de 2012

Conversación con mi papá un domingo por la noche




Nunca he visto a mi padre como una persona religiosa o apegada a sus ideas religiosas. De hecho, nunca lo he visto apegado a ningún tipo de idea metafísica que no sea la de la aceptación, la compasión, el perdón sin condiciones y rápido olvido de las ofensas recibidas.

Siendo un hombre mayor (84 años) con varios achaques que asume con total paz interior, nunca le he visto aferrarse a nada que no sea el amor hacia su familia (hoy insistió en ir a visitar a su hermana mayor -93 años- que está recuperándose de una delicada operación). 

Es decir, nada de iglesias ni curas ni gurús ni Papas ni "Para de sufrir" ni santos ni vírgenes. Y siempre me he preguntado "¿Creerá en Dios?". 

Y hoy, cuando de regreso a casa pasamos frente a un templo católico,  me di cuenta que nunca le había preguntado directamente sobre sus creencias acerca de Dios. 

Así que lo hice y esta fue, más o menos, la conversación entre mi papá y yo (mi padre es Ingeniero Químico... lo digo para que entiendan sus metáforas y referencias):

YO: ¿Tú crees en Dios?.

PAPÁ: Sí, sí creo.

YO: ¿Y cómo crees que és o qué crees que es? ¿Te lo imaginas como un señor con barba que vive en algún lugar allá arriba y que está en todas partes?.

PAPÁ: Yo me lo imagino como me lo enseñaron en la escuela y la iglesia (católica), pero ¿quien sabe si es verdad? Los budistas, los judíos, los chinos y los hindúes se lo imaginan como se lo enseñaron a ellos y ellos creen que eso es la verdad pero ¿quien sabe si es verdad?.

YO: Pero, ¿qué crees que es?  

PAPÁ: Dios está en los elementos de la naturaleza, como el carbono y el oxigeno, que son indispensables para que exista lo que llamamos Vida. Tú, yo, los gusanos, las formas más elementales de Vida, surgen del encuentro de los elementos. La Vida surge de la combinación de los elementos.

YO: ¿Pero que tiene que ver eso con Dios?.

PAPÁ: que esos pequeños milagros son Dios. Dios es la Vida, el milagro de la vida. Está en tí, en mí y en todos. Y está en todas partes, como en los elementos.

YO: En ese caso, ¿sería más correcto decir que "soy la vida" en lugar de "tengo una vida" que se acaba en algún momento?.

PAPÁ: Sí, por supuesto. Cuando morimos, volvemos a la tierra, volvemos a tomar la forma de los elementos, volvemos a ser abono, y damos origen a nuevos seres que son, a su vez, la Vida. Y así, la Vida, que es Dios, es eterna, nunca acaba. Siempre está presente. Dios es la Vida.

YO: TE AMO, PAPI LINDO. Eres mi Dalai Lama, mi Lao Tse, mi mejor maestro espiritual.

domingo, 11 de noviembre de 2012

La lección de la piñata





La piñata es un juego muy divertido. Pero como lección puede ser terrible.

Los descubrí ayer en un cumpleaños al que fui con mi entrañable amigo Rafo y donde conocí varias personas, entre ellos a Miguel, motociclista, corredor de tabla y enamorado de una de las hermanas de la cumpleañera, a quien, a primera vista, percibí superficial y tonto, sobre todo por ese acentito pituco limeño que hace que los hombres terminen todas sus frase diciendo “puta, weoooonn” y las mujeres con el maxilar inferior descolgado para cerrar frases como “ay, qué bonita esta tu ropaaaaaa”.

Pero claro, también en ese momento era consciente de que esa percepción mía era producto de un paradigma que incubé hace años cuando llegué a vivir a Lima y conocí su rostro racista y pituco, por lo que igual entablé conversación él y el grupo.

Lo cierto es que, en medio de esa conversación, Miguel empezó a dar señales de que era un personaje que había aprendido ciertas lecciones y que sabía transmitirlas construyendo metáforas a partir de actividades que los peruanos hacemos siempre, sin reflexionar sobre el impacto que tienen sobre nuestros niños, futuros adultos, en manos de quienes estarán las decisiones que afectarán nuestra calidad de vida cuando seamos viejos.

- El juego de la piñata- dijo Miguel es terrible. ¿Te das cuenta lo que aprendemos en él?

- No realmente, ¿qué aprendemos? – le respondí.

- Que para conseguir algo que deseamos mucho (dulces, caramelos, chocolates, etc.) hay que agarrar a palos al que lo tiene. Y, cuando la preciosa carga esté al alcance nuestras manos, hay que pisotear a los demás, si es necesario, para conseguirlo. Punto. Es terrible.

En ese instante empecé a ser consciente de cómo habíamos sido yo y mis amigos cuando niños y jugábamos la piñata…  y sí, en efecto, así habíamos sido, cuando jugábamos a la piñata competíamos abiertamente por quien daba el golpe más duro, más violento. Muchas veces, inclusive, las piñatas tenían forma de seres humanos y había que romperles la cresta a palos. También importaba mucho quien se llevaba la mayor cantidad de dulces y caramelos. Esto era tanto así que, en una ocasión, uno de mis amiguitos simplemente saltó sobre la piñata, la arrancó del gancho que la sostenía ¡y salió corriendo con ella!

No sé qué pensarán ustedes, pero a mí me hace mucho sentido la observación de Miguel.

Los que trabajamos en el campo del desarrollo y liderazgo personal podemos ver cómo las personas vienen con el modelo de liderazgo que aprendieron cuando eran niños del juego de la piñata: 

Si deseas algo, violéntalo, fuérzalo, agárralo a palos. Sé el que pega más duro Si no lo haces serás un perdedor. ¿Cayeron ya los dulces deseados? Recuerda que  son escasos y muchos otros también lo desean, así que salta, empuja, arrebata y pisotea, ¡es supervivencia, es tuyo! Si no lo haces, serás un perdedor. Acumula la mayor cantidad de dulces y caramelos posibles. Ocúpate de no dejar nada para los demás. No interesa que no los puedas comer todos, lo que importa es que tengas más que nadie, que ganes y que los demás pierdan. Si no lo haces, serás un perdedor.

Y luego, cuando seas grande, y manejes un automóvil, una camioneta o una combi por las calles de Lima, o vayas al cine o a hacer un trámite, o empieces a tener citas románticas con otras personas, o empiezas a hacerte cargo de una familia o de tus padres ancianos, o trabajes en una empresa o para el Estado y, peor aún, cuando seas político, recuerda, nunca lo olvides, que es exactamente lo mismo: Pega duro, salta, empuja, arrebata y pisotea, acumula todo lo que puedas y ocupa cada espacio aún cuando no los precises ni puedas consumirlo, no cedas nada que los demás son unos debiluchos, tú siempre tienes la razón, lo único que importa es ganar y para eso, necesitas hacer que los demás pierdan. 

La cultura de la piñata, se me ocurre, es la cultura combi y la cultura del linchamiento mediático y físico, todo en uno.  Será por eso que siempre decimos, cuando alguien nos agarra de punto, que “nos agarraron de piñata”.