miércoles, 11 de marzo de 2009

De medallas y laureles





Es domingo, 8 de marzo, celebro el Día Internacional de la Mujer.
Enciendo el televisor y veo anonadado el preciso instante en que la señora Medina es condecorada con el "Mérito a la Mujer" por la Presidenta de la Comisión de la Mujer del Congreso.
Intento no juzgar y hago un esfuerzo supremo por encontrar en su trayectoria pública un argumento suficientemente fuerte que me convenza, de corazón, de que se trata de un acto de reconocimiento público totalmente merecido y que los valores que ensalza y transmite a la juventud del Perú dicho acto son del tipo que hará de nosotros un país mejor.
Fracaso estruendosamente en mi intento.
Vienen a mi memoria entonces el día que cumplí 12 años de edad y veo a mi padre –a quien le fascinaba regalarme libros que sabía que no leería de inmediato pero con la esperanza de que alguna vez lo hiciera- llegar a casa con un ejemplar de "El Hombre Mediocre" de José Ingenieros –publicado por primera vez hace más de 100 años- y me lo obsequió luego de explicarme de qué se trataba y lo mucho que iba aprender leyéndolo. Más ocupado en las chicas, mi bigote incipiente, el fútbol y el frontón, sólo me di tiempo para hojearlo por los años siguientes y finalmente leerlo de arriba abajo y con ojo escudriñador a los 17 años de edad para una exposición del curso de Lengua en la Universidad. ¡Fue descubrir mundo nuevo! Me fascinó y me marcó para siempre.
Vuelvo a hojear mi viejo ejemplar del citado libro y leo que Ingenieros dijo en él: "Cada hora de la humanidad tiene un clima, una atmósfera y una temperatura (…) cada clima es propicio para el florecimiento de ciertas virtudes".
Recuerdo por eso, cuando era adolescente y recibía de manos de mi padre el libro de José Ingenieros y me sentaba con él una o más veces por semana a ver juntos programas como Pulso con el cascarrabias de Alfonso Tealdo y la Torre de Babel con Mario Vargas Llosa, en el mismo horario que hoy se ve el programas de la señora Medina y en los 90 el de la señora Bozzo.
Y me pregunto: ¿Cuál es el clima? ¿Es respirable la atmósfera que hay alrededor de ese "acto de reconocimiento público"? ¿Hace calor verdad? Y es pegajoso.
Leo entonces que la congresista Beteta defiende la condecoración con dos argumentos: "… merecía un reconocimiento: por ser una mujer provinciana y haber venido de un nivel económico bajo y ahora sí tiene un nivel económico,… (…) sí hace labor social y eso, ¿no creen que es bueno reconocérsele? Dentro de mi opinión, yo creo que sí y seguiré apoyando y seguiré haciendo los reconocimientos a todas las personas sin distingo, al margen de los problemas judiciales que puedan tener" (En Peruanos en Atlanta)
Leo entonces que otro congresista dice que no nos deberíamos ocupar en este debate inútil. Y entonces me imagino una muestra del debate en escala de vecindario en donde el presidente de la junta de propietarios otorga la medalla de "La Vecina del Año" a la chismosa del barrio que acaba de salir de la comisaría por ofender públicamente a otra vecina y, como testigo presencial de todo ello, a mi sobrina de 14 años… y Dios, ¡está aplaudiendo!
Entre escalofríos, abro mi revista de Condorito y leo: "¡Plop! ¡Exijo una explicación!" (Pepo)
Y como no la encuentro, simplemente cambio de canal y elijo ver las noticias del éxito de Claudia Llosa en el Festival de Cine de Berlín y del título mundial de boxeo de la guapa Kina Malpartida y -mientras disfruto su inevitable acento limeñazo- leo que, hoy miércoles 11 de marzo y después de un debate –éste sí inútil-, a ésta finalmente le entregarán los laureles deportivos.
Abro mi ventana y me doy cuenta que ese calor pegajoso que sentí hace un momento fue solamente una corriente momentánea de aire saturado.
En realidad, el clima mejora, la atmósfera respirable y la temperatura me hace bien.

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