viernes, 7 de diciembre de 2007

La Maja "piiiii" comía poquito

Esta mañana descubrí que Google había deshabilitado mi cuenta de GMail y con ella, mi página web, con lo que perdí acceso a mi libreta de direcciones, a mis blogs y a absolutamente todo mi material y herramientas online. ¿El motivo? Si bien no estoy 100% seguro. creo que fue la foto del mundialmente famoso óleo "La Maja Desnuda" del maestro pintor Francisco de Goya. Otros motivos que pueden ocasionar la deshabillitación de la cuenta eran: apología al terrorismo o violencia, piratería de derechos de autor y otros delitos que tampoco estoy habituado a cometer.

Yo subí la foto de la Maja Desnuda (a la que llamaremos Maja "piiiii" para evitar una nueva deshabilitación) a la sección de ensayos políticos de mi página. Yo había llamado a esta sección La Maja "piiiii" en alusión a la siguiente cita: " La dictadura se presenta acorazada porque ha de vencer. La democracia se presenta desnuda (o tambièn pueden decir "piiii") porque ha de convencer" de Antonio Gala. De donde se deduce claramente que La Maja es la Democracia (al menos para alguien con un IQ no muy devaluado) y no una de las visitadoras del Capitán Pantoja ni mucho menos una de las caseritas de la Nené o el Botecito. Pero, para algún genio de Google, el óleo de marras era pornografía.

Hice mi reclamo, enviando pruebas de la existencia de esta obra de arte del siglo 19 y de don Francisco de Goya y varias horas después, casi al terminar la jornada laboral, me rehabilitaron la cuenta pidiendo excusas y argumentando que habían estado filtrando una red enorme de spammers y que habían barrido con mi página en el intento ("We've been targeting a large network of spammers to keep them out of our system, and in the process we accidentally disabled access to some other accounts, including yours") y claro, adivinaron, como el servicio es gratis, yo tenía que creermelo.

La próxima vez que yo o ustedes cuelguen una imagen de la Maja "piiii", tendrá que ser la que ven en la foto que aparece al inicio de esta entrada, que como ven es políticamente correcta, sólo muestra una porción de piel de la sensual sardina que lleva adentro y seguro tiene hasta código de barras.

Un par de horas más tarde paseaba mi osamenta en una galería de arte, decoración y muebles finos. Mientras corrían unas subastas silenciosas y yo presumía con mi chequera en el bolsillo trasero del pantalón (que por descuido había olvidado dejar en casa), servían un buen vino francés y unas tapas delicatessen en donde el ingrediente principal era calamar, salmón y camarones, los que, claro, luego de ser consumidos por los elegantísimos comensales y las guapísimas mujeres, les dejaba un aliento a tiburón peor que tufo mañanero, capaz de derribar las murallas de Jericó con sólo soplar flautitas. De entre todas las tapitas (de botellitas de jerez por lo chiquitas) se salvaba una que era de salame y hacia ella fui. Pero el salame jamás podrá contra el calamar, salmón y camarón unidos. Así que, media hora después, di rienda suelta a mi apetito engullendo cuanto bicho marino me ponían al frente y entonces ya pude conversar de arte, literatura, tonterías, pavadas, viajes y otras cosas sin temor alguno. Total, entre tiburones muy pocas veces nos cogemos a dentelladas.

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