miércoles, 28 de noviembre de 2007

¡Carro de viejo!

- "Tio, ¡me acabo de chocar! - era mi sobrina Donatella.

10 de la noche, regresando de sus ensayos de baile, zas un idiota se pasó por alto la luz roja y provocó el choque con el pequeño vehículo de la niña. Salté del silón y fui al lugar de los hechos. El auto estaba destrozado por delante. Pérdida total para los seguros. La policía estaba llegando en ese momento y con mucha tranquilidad tomó fotos, hizo un recuento de los daños, interogó brevemente a los testigos que habían permanecido cerca solamente para atestiguar que la culpa toda era del idiota.

Dona, nerviosa, muy nerviosa, lloraba y no encontraba su licencia y prueba del seguro. Yo estaba feliz de que estuviera intacta mientras dejaba que esta experiencia le sirviese para madurar. Pero, estaba nerviosa, y mucho. Había dejado en su cartera olvidada en el auto de su amiga y no tenía como probar que sus papeles estaban en regla. El policía sólo le dijo: "está bien, no hay problema, mañana nos llamas y nos dejas una copia de tus documentos en la comisaría". Tres días después, estaba listo el parte policial. Dos hojas muy simples que, en resumen, decían que, de acuerdo a los testigos, el que había violado la luz roja era el idiota. Y eso fue todo para que empezase el ballet de los seguros.

Algunos años atrás, asesorando a un cliente en un caso de accidente de tránsito en Lima, tuve una experiencia no tan similar. Los testigos -que trabajaban en la misma esquina del accidente- sólo aceptaron atestiguar si se les pagaba 50 soles a cada uno. La policía me preguntó que "¿cómo es?, que "¿si quiero parte o atestado?", que "déjese pa la gaseosa, pe", que "somos varios". En otra ocasión, asesorando a una dama en un caso flagrante de falsificación de firma e identidad, el sargento -debidamente aceitado por la otra parte- introdujo "pruebas" fabricadas a gusto del cliente y quiso encarcelar a la dama. !La salvé por un pelo! Y hace unos dìas, curiosamente, miraba los obituarios audio-visuales que son los noticieros de la TV peruana y me enteré de que un tipo no tan jovencito, pero hijo de familia rica e influyente, había atropellado y asesinado a un modesto caballero de más o menos su misma edad, y que la policía se había apresurado en ocultar las pruebas, había borrado las señas y otras barbaridades.

Y pienso, hay muchas cosas que me molestan de EEUU, sobretodo su actitud de policìa del mundo. Pero me imagino a Donita teniendo que enfrentar ese sistema deshumanizado que es la administración de justicia peruana y que hizo que colgara para siempre los Códigos y los Alegatos. Y me alegré de que esto del accidente y sus consecuencias policiales estuviesen ocurriendo en Atlanta y no en algún lugar de Macondo.

Todo esto me ocurrió mientras leía, por primera vez -lo confieso con verguenza- Pedro Páramo y El Llano en LLamas de Juan Rulfo que es algo así como leer El Mundo es ancho y ajeno de Ciro Alegría, Redoble por Rancas de Manuel Scorza, Agua de José María Arguedas o El Tunsgteno o Paco Yunque de César Vallejo, sólo que en México... y sientes cómo que las cosas no han cambiado, que es casi lo mismo y de pronto te sientes iluminado y descubres, aleluya, que no importa que el policía gringo éste de a lado no sepa si el Perú está en Sudamérica o es limítrofe con Irán, sino que simplemente escribe en su reporte del accidente: "El carro A -manejado por la niña- venía hacia este lado y el carro B-manejado por el idiota- hacia el otro lado. De acuerdo a testigos, el que se zurró en la luz roja fue el idiota". Y punto. Dona, con sus 19 años recién cumplidos, rueda por las calles de Atlanta con un auto de alquiler casi de lujo de esos que usan los ejecutivos junior (carro de viejo, dice ella) pagado por el seguro del idiota en espera de que le desembolsen una cantidad suficiente de dinero para comprarse otro auto pronto. Pero tal vez lo más hermoso de todo, es que sonríe. Sí, sonríe, con esa sonrisa que sólo tienen los espíritus juveniles que aún no se han contaminado del cinismo y desesperanza cívica que a los latinos nos llega a veces demasiado pronto en nuestra tierra.

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