jueves, 20 de marzo de 2008

Manos de trapo

Tal como lo leen, Manos de trapo.
Y no es que tenga unas manos de damisela, por el contrario, a pesar de que no soy un trabajador manual, tengo unas manos pequeñas pero fuertes, frágiles como las de un obrero de construcción civil y suaves como la de las de un albañil cargador de sacos de cemento y ladrillos, lampero (1) y pica asfalto que, aquí entre nos, son los genes de mi bien amado padre...

"Manos de trapo" es como solían llamarme mi madre y tías durante mi infancia cada vez (bastante a menudo) que tiraba la comida, la leche o algo, en el mejor y menos traumático de los casos, sobre la mesa o el piso, y en el peor de ellos, sobre mi propia ropa minutos antes de salir para un evento familiar formal, para lo que mi madre había invertido algunas horas buscándome "un ternito blanco precioso para mi Julito", o lo que es mucho peor aún, sobre la ropa de los demás. A esto se añadía otro tipo de barbaridades, como deshojar las flores de los jardines y maceteros de la tía Chabuca o curiosear y dejar caer al piso adornos de cristal y cerámica, vajilla fina, etc, lo que, debo admitir, lo hacía muchas veces con cierto placer insano.

Todos los miembros de la familia, cercanos y lejanos, conocían mis gravísimos antecedentes. Los parientes de mi padre me llamaban "terremoto" y los de mi madre, "eléctrico". Y apenas se enteraban que Julio y Jael (mis padres) llegarían de visita con su "joyita", escondían todo aquello que era susceptible de caer en mis manos… de trapo.

Con el paso del tiempo, la frecuencia de accidentes y destrozos disminuyó, pero la intensidad y gravedad de las ocasiones aumentó. Claro, ya crecidito y siendo abogado el diplomático, pero no muy diplomático el abogado, los accidentes se trasladaron de la mesa familiar y traje de las tías, a las mesas de restaurantes o de la novia y a las cenas formales y de negocios. Esto, que ya parece bastante grave, empeoró aun más cuando mi hermana Zully tuvo su primera hija, Dona, quien, por algún no se si maléfico o quizás bendito motivo, vino a hacerme compañía trayendo en el extremo inferior de sus bracitos, dos hermosas y delicadas manos de trapo. Y entonces ya éramos dos, lo que hacía menos grave el escándalo pero más comunes los destrozos. Gracias a Dios, su segunda hija, Anto, resultó más segura y confiable.

Así que, sintiéndome ya no tan solo, poco a poco, fui perdiendo la vergüenza y me habitué a la idea de que nunca iba a poder evitar que mis manos me jugaran una mala pasada de vez en cuando. Memorables son las veces que derramé vino tinto sobre manteles blancos o deje caer al piso finísimas copas de cristal labradas que alguna novia o su mamá había heredado de la abuelita, de esos tiempos "cuando teníamos tierras, indios y hacienda, antes de que el cholo horroroso y pestífero ese del Velasco nos las quitara". Porque estas cosas siempre ocurren en los momentos más sensibles, justo en esos en donde todo, y nada menos que todo, debe salir perfecto.

Lo cierto es que, en los últimos años, me había ocurrido tal vez un par de veces, sin contar las ocasiones en mi casa, de las cuales no existen testigos con vida.

Pero, esta racha de suerte terminó ayer, minutos después de llegar al Southern Center for International Studies, en donde me dio la bienvenida Wes King, un gringo de casi 2 metros de estatura, mientras me extendía su enorme mano en señal de saludo. Wes King era el organizador de una conferencia "La trayectoria india y su significado para los EEUU" en el Centro Sureño de Estudios Internacionales y yo era uno de los conferencistas.

Como era la primera vez que me invitaban (y guardo la secreta esperanza de que me vuelvan a invitar), me acicalé, me atavié, me puse muy distinguido, abrí mi mejor perfume, en suma, me preparé para la ocasión… pues quería dar la mejor imagen posible. Invité a una joven y guapa amiga para llegar, como cualquier conferencista latino que se respete, bien acompañado.

Al llegar, nos invitaron un buen vino "tinto" para apedrear los nervios.

Y todo iba de maravillas, al menos hasta que Wes quiso hablar conmigo en un costado del salón para pedirme que le dijera si el resumen de mi biografía, que había preparado para presentarme ante el público, estaba bien.

El resto, imagínenselo.

Mientras charlábamos y yo hablaba como suelo hablar, es decir, lanzando mis manos y brazos como dardos en todas direcciones, la copa que llevaba en mi mano derecha decidió desalojar el vino tinto que yo le había confiado, y tal cual lo haría el chofer de una combi (2) en marcha con una pasajera en minifalda, hilo dental y taco aguja que desea apearse del vehículo, a la voz de "pierna derecha, pierna derecha" y "suave con la flaca", dejó caer su contenido –tinto muy tinto- sobre los limpísimas y cuidadas hojas blancas que Wes King, impecable ex miembro de ls fuerzas armadas americanas, me mostraba!

Yo, claro está, como siempre, pedí las disculpas del caso con el rostro compungido y al borde del llanto, pero sólo en apariencia porque yo, mi familia y aquellos que me aman y amo, sabemos muy bien que ésta no ha sido la última vez… y que la pregunta no es "¿volverá a ocurrir?, si no "¿Cuándo, dónde y quién será la próxima víctima?"

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Notas de referencia:

(1) Lampero: que usa la lampa, herramienta de hierro y madera que se usaba para arrojar el carbón a los motores de las locomotoras a vapor o mezclar y mover cemento y piedras en pequeñas cantidades.

(2) Combi: pequeño mini bus que en el Perú se usa para transportar personas como ganado, sardinas o pollos de granja. Se caracteriza por la enorme flexibilidad de su espacio interior que permite embutir hasta 40 peruanos en un espacio en el que, según las leyes de la física, sólo podrían entrar 12 personas. También se le reconoce fácilmente porque son conducidos (3) por unas bestias salvajes super achoris (4) llamados "ferchos" o "caña" (5) y llevan colgados unos especimenes denominados "cobradores" a la voz de "lleva, lleva", "pierna derecha", "pisa, pisa", "arranca que ahí ta la tombería" (6), "'are, 'ajo, 'erda" o, simplemente "chesssssssssuu" (7)

(3) "Conducidos" es un decir. Pues aún se está investigando si los chóferes de combi conducen o sólo ayudan a la combi a ir hacia donde ella quiere ir… es más, se discute todavía si son personas…

(4) Achori: dícese del que tiene una conducta agresiva y antisocial, cercana a lo delincuencial.

(5) Fercho, Caña: chofer, conductor

(6) Tombería: Agente de policía.

(7) Chesu: Abreviatura de una grosera interjección que hace referencia a las partes más intimas de una madre.

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