jueves, 17 de enero de 2013

Cantando el Jipi jay al ritmo del Ying Yang



Enzo Defilippi usa, en su columna del suplemento Economía de El Comercio (Cantando el Jipi jay, 17/01/2013), la tradicional fábula de la hormiga y la cigarra (1) para ilustrar su punto de vista sobre el caso de la pensión vitalicia de S/. 1,500 mensuales para el cantante Pepe Vásquez recientemente aprobada por el Congreso “por su aporte y constante promoción de la música afro-peruana”.

Defilippi concluye que otorgar a Pepe Vásquez una pensión es un acto discriminatorio y contrario a dos principios democráticos fundamentales: “que los ciudadanos somos responsables de nuestro destino y que el Estado está para ayudar a quienes no pueden ayudarse y no a quienes no prefieren hacerlo”. Esta crítica se une a otras que no dejan de tener sentido y que seguro aumentarán debido a que se piensa entregar algo similar a favor del  ex boxeador Luis Herrera Espinoza y la ex voleibolista Sonia Beatriz Ayaucán Ciudad de Cotrina.

Y estoy de acuerdo con él en lo que a los principios se refiere, pero creo que el caso de Pepe Vásquez es, más bien, parecido al del cuento taoísta de los Monjes y el Caracol, (2) que dice así:
“Había una vez dos monjes que paseaban por el jardín de un monasterio taoísta. De pronto uno de los dos vio en el suelo un caracol que se cruzaba en su camino. Su compañero estaba a punto de aplastarlo sin darse cuenta cuando le contuvo a tiempo. Agachándose, recogió al animal.

-Mira, hemos estado a punto de matar a este caracol, y este animal representa una vida y, a través de ella, un destino que debe proseguir. Este caracol debe sobrevivir y continuar sus ciclos de reencarnación. Y delicadamente depositó el caracol entre la hierba.

-¡Inconsciente!- exclamó furioso el otro monje. -Salvando a este estúpido caracol pones en peligro todas las lechugas que nuestro jardinero cultiva con tanto cuidado. Por salvar no sé qué vida destruyes el trabajo de uno de nuestros hermanos.

Los dos discutieron entonces bajo la mirada curiosa de otro monje que por allí pasaba. Como no llegaban a ponerse de acuerdo, el primer monje propuso:
-Vamos a contarle este caso al gran sacerdote, él será lo bastante sabio para decidir quién de nosotros dos tiene la razón.
Se dirigieron entonces al gran sacerdote, seguidos siempre por el tercer monje, a quien le había intrigado el caso. El primer monje contó que había salvado un caracol, por tanto, había preservado una vida sagrada, que contenía miles de otras existencias futuras o pasadas. El gran sacerdote le escuchó, movió la cabeza y luego dijo:
-Has hecho lo que convenía hacer. Has hecho bien.
El segundo monje dio un brinco.
-¿Cómo? ¿Salvar a un caracol devorador de ensaladas y devastador de verduras es bueno? Al contrario, había que aplastar al caracol y proteger así ese huerto gracias al cual tenemos todos los días buenas cosas para comer.
El gran sacerdote escuchó, movió la cabeza y dijo:
-Es verdad. Es lo que convendría haber hecho. Tienes razón.
El tercer monje, que había permanecido en silencio hasta entonces, se adelantó.
-¡Pero si sus puntos de vista son diametralmente opuestos! ¿Cómo pueden tener razón los dos?
El gran sacerdote miró largamente al tercer interlocutor. Reflexionó, movió la cabeza y dijo:
-Es verdad. También tú tienes razón.”
Al final, podemos o salvar o condenar al caracol, digo, a Pepe Vásquez. Y en ambos casos, nuestra elección, como todo en la vida, tendrá un lado claro y un lado oscuro (Ying Yang) que son los precios que, como personas y sociedad, elegimos pagar. Y no es sólo en dinero... ojalá lo fuera. 

Pero, ¿cuáles son esos precios en cada caso? ¿Qué valor deseamos transmitir a la sociedad en su conjunto? Sea cual fuese nuestra elección, estaremos comunicando valores positivos y negativos a la sociedad. Ying y Yang. No todo es ganancia.

¿Cuáles son esos valores?

¿Podemos ver la lección?

¿Ustedes qué opinan?

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(2) Aunque también podría serlo a la “Nueva Fábula de la hormiga y la cigarra”

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