jueves, 30 de abril de 2009

Los niños, esos sabios bajitos

Laurita, la encantadora hija de una buena amiga, es una pequeña Mafalda.

Para quienes no lo saben, Mafalda es el nombre y personaje principal de la tira cómica argentina más exitosa de todos los tiempos, creada por Quino en 1964. Mafalda es una niña argentina con un instinto político poco común para su edad y que se expresa mediante una actitud comprometida ante el mundo, la humanidad y la paz mundial, pero a la cual no le gusta la sopa. De hecho, la detesta y ella es, junto con las guerras, su más grande pesadilla.

Yo, la verdad, no conozco las preferencias y antipatías gastronómicas de Laurita, pero se, por lo que me cuenta su madre, de sus preocupaciones políticas. El caso es que Laurita y su mamá, quienes viven en Madrid, se encontraban viendo las noticias a José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno de España que respondía algunas preguntas sobre la crisis mientras salía de una actividad oficial con su esposa, elegantemente vestidos.

La atención de Laurita, de pronto, se centró en algo que a su mente limpia de cinismo le pareció simplemente contradictorio que ella expresó de la única manera como puede hacerse para que sea auténtica.

Laurita dijo, hablando a su madre:

- ¿Qué no que no había crisis? ¡Habrá que ver este Zapatero! ¡Mira, mamá, los vestidos que llevan él y su mujer!

Luego, hablándole (e increpándole) a "Zapatero":

- ¡Qué hay crisis! Si tú mismo lo estás diciendo!

Y otra vez, hablando con su madre:

- ¡Qué hay crisis! Pero este Zapatero ¡se va a enterar! Apenas pueda ¡se va a enterar, mamá, se va a enterar!

Los niños son sabios. Y lo son no necesariamente porque tengan un coeficiente intelectual extraordinario, sino porque la sabiduría es cuestión de sencillez, sinceridad y sentido común y los niños son abundantes en los tres.

Conozco políticos que gastan miles de dólares contratando consejeros que les digan que "la palabra no es el hecho", que lo que los electores decidirán si le darán sus votos no por lo que dice sino por lo que hace, que tienen que ser auténticos y coherentes. Se de gerentes y profesionales exitosos que gastan miles de dólares en psicoterapias por años para al final aprender lo mismo. Conozco también de presidentes, ministros y embajadores que se han llenado de lujos que antes no tenían mientras ejercían sus importantes cargos y han dejado el puesto con una popularidad por debajo del 5 % o siendo detestados por sus empleados y colaboradores para, cínicamente, preguntarse: "pero ¿ por qué?"

La lección es clara y está alcance de nuestros ojos y oídos cotidianamente. Los maestros que nos las enseñan están también allí, cerca y cotidianamente. Son nuestros hijos, sobrinos, ahijados o hijos de los amigos. Sólo hay que escucharlos. Son los gurús del sentido común. No de la lógica. La lógica es adulta, aburrida e inflexible y sus fórmulas (disyunción, condicional, etc.) no incorporan la maravillosa imperfección de los seres humanos. El sentido común sí lo hace y por eso no tiene fórmulas ni se puede encontrar en manuales ni formularios.

En lo que a mí respecta, la anécdota de Laurita me hizo recordar la lección de la autenticidad y la coherencia que aprendí hace muchos años pero que inevitablemente algunas veces se me olvida y qué bueno, qué alegría, pues eso significa que sigo siendo imperfecto. Y qué bueno, que alegría, que aún sigo escuchando a esos sabios bajitos, maravillosos, que son los niños. Ellos están siempre allí pero sólo dictarán sus lecciones cuando les de la reverenda gana, por lo que ha que estar atentos, abiertos de corazón y mente.

Y así como Laurita nos dio una breve pero significativa lección, así también lo hizo el niño de la fotografía que adjunto.

Y les recomiendo visitar la web Frases de Niños en el Hormiguero. Allí encontrarán unos video buenísimos de un programa de TV en España dedicado a las frases de los sabios bajitos, como éste:

PD: me pregunto, ¿cuándo tendremos en la TV peruana un programa de humor de tanta calidad y no los puestos de carne y sexismo que tenemos?


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