sábado, 27 de enero de 2024

Poema de amor desde el exilio


Poema de amor desde el exilio

Tengo frente a mí

a Garabombo el Invisible,

un fresco de Guayasamín,

un óleo de Humareda,

un poema de Javier Heraud,

una idea de Tagore,

una mariposa libre

del capullo alborotando

las 4 de una tarde en Barathpur,

una musa impúdica

provocando

una línea audaz,

una estepa, un lobo puritano,

una navaja,

una virgen en el exilio

aunque firme, de carnes firmes y sin llanto

sin rosas primorosas,

gorriones que cantan

ni mucho menos                          

golondrinas septentrionales que emigran hacia el sur.

Pero nada de eso puedo beber

porque ya desde antes

que mis labios recorrieran presurosos

procesiones enteras de alimento y de lujuria,

habían definido mi amor por ti.

Tengo el cabello

y el olor a leña

a carbón, a chicha.

Bajo mi vientre,

una mujer que no sabe de cocktails

ni de jazmín                                   

bajo un cuerpo que no sabe de alhelíes

ni Ferraris ni Renaults,

solamente de orgías bárbaras,

de aguardiente de tercera,

de deseo,

de urgencia y necedad.

Pero tampoco de eso puedo beber,

porque también han definido el calor

y el color

de nuestra piel

y el sabor de nuestra boca

y mi amor por ti.

 

Aún no sabes que he llorado

carmín sobre las plazas

y tiritado mi soledad

en los cuartos húmedos de los hoteles,

tú sólo conoces

que llegué un domingo hace como un mes

y que en un minuto

ya empezaba a irme otra vez

y que de oír tanto teorema,

tanta hipótesis barata

vine hasta aquí,

sólo,

sin Pitágoras,

sólo,

a preguntar,

yo pregunto,

me paso la vida preguntando

a la ausencia

de mi amor por ti.

Pregunto

a los árboles bajo cuya sombra me detengo

para descansar en el camino,

a tus indios, tus mestizos

tus blancos, tus reses, tus tullidos

y sólo puedo ver banderas,

muchas banderas

que orondas

flamean sobre los tejados de las casas,

que orondas

ocultan del sol a tus ventanas,

que orondas

se burlan de la anemia de tu gente

y la llenan de perfume,

de rocío y de pólvora

y adornan

los salones, los cañones, los desfiles.

He venido a saber de ti.

No sólo a señalarte

desde el prisma de mi fusil.

* * *

Álvarez, Julio. "Penúltimo segundo, un manojo de poemas y una crónica de viaje", Chimbote 2004, Río Santa Editores

No hay comentarios:

Publicar un comentario